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Perico Fernández, medio siglo del emperador más joven de Europa

El título continental del mítico púgil aragonés cumple 50 años. Noqueó a Tony Ortiz y anunció su inminente título mundial

Perico Fernández, a hombros tras proclamarse campeón de Europa.
Perico Fernández, a hombros tras proclamarse campeón de Europa.
Heraldo

Un 26 de julio de 1974, esto es, hace ahora 50 años, un joven zaragozano de apenas 21 añitos se revelaba campeón de Europa del peso superligero. Perico Fernández acababa de ser proclamado emperador de Europa tras tumbar en el duodécimo asalto al viejo zorro Tony Ortiz. La derecha letal de Perico acababa de rubricar el primer KO sonado de su meteórica carrera. Antes, en la pelea transmitida por televisión para toda España, se había atrevido a viajar hasta las cuerdas y allí bajar la guardia. Sí, Perico, antes de noquear al rival con un derechazo sublime, retó a un enemigo curtido en mil batallas bajando la guardia, con un desplante sin precedentes en el boxeo, y esquivando después con una agilidad y valentía solo al alcance de los elegidos. No solo ganó, Perico demostró que era un superclase. Alejandro Lucea anunciaba en las páginas de Heraldo de Aragón tras la mítica pelea que esas condiciones, esa personalidad sin parangón en el cuadrilátero, auguraban un próximo título mundial. No iba mal encaminado... Apenas dos meses después, Perico se ajustaba el cinturón de campeón del mundo ante Lion Furuyama, victoria celebrada en España entera y, sin ninguna duda, la mayor gesta en la historia del deporte aragonés.

Rebobinemos hasta hace justo medio siglo. Un joven e impetuoso campeón de España se presentaba en Madrid tras derrotar un año antes (3 de marzo de 1973) a Cayetano Ojeda ‘Kid Tano’ en el pabellón Salduba de Zaragoza. Esa pelea solo encontró eco en la capital aragonesa. Apenas aparecieron un par de reseñas en la prensa nacional, sin presencia en la televisión. Perico no dejaba de ser un héroe local, un boxeador solo conocido en Zaragoza, donde, eso sí, ya era el amo: entrenaba con Nino Arrúa en el Real Zaragoza de los Zaraguayos, paseaba por Independencia con Raúl Aranda, cenaba en Bienvenido con Zalba y Carriega, e iba a todos los lados con Benito Escriche. Desde esa noche, desde el 26 de julio de 1974, pasó a ser héroe nacional. Porque Perico no solo venció, sino que aniquiló a su rival, superándolo con una holgura inesperada. "Perico puede ganar con las manos en los bolsillos. Es el primer boxeador español capaz de vencer con un solo golpe. Es infinitamente superior a Tony Ortiz y a todos. Y lo demostrará", proclamaba Escriche. Ya lo creo que lo demostró...

En ese verano del 74 que se clausuró con el título mundial un maravilloso 21 de septiembre en Roma ante Furuyama, Perico no solo alcanzó la cima deportiva, sino que se erigió en una celebridad nacional. Era más famoso que Cruyff, la gran estrella del fútbol que había fichado el Barça. Su popularidad era superior a la de cualquier artista. Incluso el periodista José María García, el gurú de la comunicación en ese tiempo, se acercó a él fascinado por la singularidad de Perico. Entonces, lo que en Zaragoza se conocía en voz baja, pasó a ser conocido por toda España: la epopeya del muchacho criado en la inclusa de Zaragoza, el niño que una noche cenando quedó fascinado tras ver en la vieja televisión del hospicio boxear a Cassius Clay y dijo que él también sería campeón del mundo, el chaval al que un desalmado le falsificó la partida de nacimiento (tenía su mérito encontrar esa partida de nacimiento…) para hacerle subir a un cuadrilátero con apenas 15 años, el supercampeón que en cuatro meneos pondría en fila india a la humanidad.

Todo lo relacionado con Perico adquiría un eco extraordinario. Comenzaron a sonar los nombres de las personas más cercanas al ya mito: Martín Miranda, Jesús Couto, Paquito Millán… García lo entrevistaba en Hora 25, el programa radiofónico nacional puntero en la medianoche. García incluso tenía gente preparada para llevarlo a Radio Zaragoza, en la antigua Marina Moreno, ahora Paseo de la Constitución, desde cualquier lugar en que estuviera cenando (o lo que fuera…) el campeón. José María Íñigo fue más allá. No solo necesitaba su voz, sino su imagen, su presencia. El presentador con bigote más famoso de la televisión española incluso llegó a disponer de un helicóptero para trasladarlo a Madrid y asistir al programa Directísimo si perdía el tren en la estación del Portillo. A esa cota de popularidad llegó Perico.

El emperador de Europa ya no podía literalmente caminar por Zaragoza. Ni conducir el coche le dejaban. Para desplazarse en el anonimato por la ciudad, tuvo que auxiliarse de su amigo del alma, el torero Antoñín Castilla, que lo llevaba en su moto con la cabeza cubierta por el casco. Solo un mes después de la exhibición ante Tony Ortiz, Perico confirmó el título continental pasando a limpio en apenas dos asaltos a Pietro Ceru en Viareggio (Italia), peldaño previo al título mundial. Un inolvidable 21 de septiembre de 1974 ganaba a los puntos a Furuyama boxeando desde el arranque de la pelea con una costilla hundida. En verdad, el japonés fue el único que entendió que pelear con Perico era cuestión de vida o muerte, de matar o morir. Y no quito ni una tilde del enunciado anterior. Furuyama, sin duda, fue el púgil que mejor estudió a Perico, el que tenía clarísimo que si Perico te metía eras hombre muerto. Por eso se fue a por Perico desde el campanazo inicial. Y, lo dicho, hasta le hundió una costilla en el primer intercambio de golpes. Y hasta sin poder zurrar con su mano buena, la derecha, Perico tuvo la casta y la sabiduría suficientes (¡ay!, y decían que solo sabía pegar…) para estirar la pugna hasta el asalto 15 y vencer a los puntos. Pero de esa gesta hablaremos con más detalle dentro de dos meses. Hoy simplemente evocamos con una sonrisa repleta de cariño y orgullo la victoria continental del mejor deportista que en Aragón ha sido, Perico Fernández. Desde hace medio siglo, emperador de Europa.

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