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Nadia Comaneci o la perfección: el primer 10 de la gimnasia olímpica

La joven, que posteriormente huiría de Rumanía de Ceaucescu, tenía apenas 14 años cuando logró lo nunca antes imaginado. 

Nadia Comaneci, la gran gimnasta rumana que logró el primer diez en un ejercicio gimnástico en toda la historia.
Nadia Comaneci, la gran gimnasta rumana que logró el primer diez en un ejercicio gimnástico en toda la historia.
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Los Juegos Olímpicos están repletos de gestas deportivas y hermosas historias, capaces de emocionar a cualquiera y de nutrir la filmografía de Hollywood. En algunas competiciones también se ha llegado a ver la perfección, algo realmente difícil y muy controvertido para los jueces y especialistas. El más recordado es el '10' de la gimnasta Nadia Comaneci en los Juegos de Montreal 1976, que vertebró una historia de superación cuando la atleta apenas era una niña. 

Comaneci tenía 14 años cuando comenzó a dar giros y saltos en las asimétricas con la gracia y la armonía de las elegidas. Nadia clavó la salida y se fue disparada al siguiente aparato, la barra de equilibrios. Pero, de repente, escuchó un griterío atronador y se giró hacia el marcador. Allí, unos números luminosos marcaban un resultado incomprensible: 1.00. La gimnasta rumana no entendía nada y miró a sus compañeras, que simplemente subieron los hombros.

Los Juegos de Montreal 76 se recuerdan por ser la primera vez en la historia olímpica que los jueces, entre los que había una española, concedían un 10. Fue tan sorprendente que el marcador no estaba preparado. Aquello era lo nunca visto.

Hubo más dieces y Comaneci, esa niña seria con flequillo y coleta, se marchó de Canadá con cinco medallas, tres de ellas de oro, pero todo el mundo quedó prendado de aquel instante redondo: ‘The perfect 10’. La armonía de aquel ejercicio sin grandes complicaciones -era un rutina obligatoria dentro de la competición por equipos- y la fuerza del momento histórico alcanzaron una dimensión desconocida en la gimnasia.

Miles de madres bautizaron a sus hijas con el nombre de Nadia y cientos de miles de niñas pidieron que las apuntaran a gimnasia. Comaneci se convirtió en una celebridad y años después una firma de ropa desplegaría una cartel gigantesco con su imagen en Times Square. Aquella niña creció y pese a que en Moscú, cuatro años después, ganó tres oros más, ya nada fue lo mismo. Ya era una mujer, más grande, menos inocente, sin el magnetismo de Montreal.

Nadia Comaneci huyó de la Rumanía de Ceaucescu en 1989. No se atrevió a decírselo a su madre y, tras informar a su hermano, cruzó la frontera con Hungría junto a otros gimnastas. A la leyenda la esperaban en Nueva York. En Estados Unidos se nacionalizó y ahora, a los 62 años, vive en Oklahoma con su marido y su hijo Dylan.

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