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EUROCOPA-2024. EL TEATRO VERDE.24

El secreto de la selección de Luis de la Fuente: un bloque con estrellas que no lo parecen

La Roja, que ha hecho el mejor fútbol de la Eurocopa, se medirá a un equipo que no ha encontrado el ritmo y se ha aliado con la suerte

Lamine Yamal y Nico Williams, las estrellas de España, preparan su gran oportunidad: vencer a Inglaterra el domingo.
Lamine Yamal y Nico Williams, las estrellas de España, preparan su gran oportunidad: vencer a Inglaterra el domingo.
AP Photo/Manu Fernández.

Inglaterra ha llegado mucho más lejos que se merecía por su juego. En esta Eurocopa ha mostrado un equipo plano, lento, escaso de recursos e invención, atropellado a veces e incluso manierista de la lentitud. ¡Cuántas veces he visto esos juegos de rol de Foden o Bellingham, perdidos en la nada, un poco cariacontecidos y con un rictus de decepción en el rostro! ¡Cuántas veces hemos percibido su falta de dirección, la banalidad de Rice (sea más o menos dinámico y honesto), la desapariciones del esperado Kane! ¡Cuánto hemos leído aquí y allá de la abulia de Gareth Southgate, de su falta de ingenio, de coraje, del abanico de colores y atractivos para amenizar y dominar en un partido!

El fútbol ha sido, está siendo demasiado generoso con un bloque tacaño. Pero, como se decía en el refranero popular, «algo tendrá el agua cuando la bendicen». Y un encuentro nuevo, y más una final, es como el principio del cosmos: nada es predecible del todo, salvo el Apocalipsis.

Y con ellos, al mando del mundo, Rodri. El organizador del baile y de la selva, la batuta que dirige el ritmo del ataque y del repliegue. Quizá haya más estrellas: Fabián Ruiz, Dani Olmo, Cucurella. Y esas figuras tienen un don: saben que el fútbol es una partitura de orquesta

Gane o pierda, España ha sido la perla del campeonato, hecha la salvedad del día de Albania. Ahí todo ese vino abajo, como una demolición, en la segunda parte: el equipo B no seguía el catón del A, por dos razones: o no consideraba rival a los albaneses, o porque no podía más. Salvo aquel día, España no ha desfallecido; al contrario, con los lógicos vaivenes de la competición y la corriente alterna de cualquier choque, se ha fortalecido y engrandecido. Y lo ha hecho de dos modos. Con sus figuras y con el bloque, un bloque que nace de la amistad, de la asunción de roles, del respeto y de la figura sensata y paternal (y a veces insensata, y un tanto suicida acaso, de Luis de la Fuente). 

Se había dicho que esta selección no tenía estrellas. No era verdad. Las tiene. Una de ellas, un misterio de la naturaleza y de la juventud inmarcesible, es Lamine Yamal: el regateador de la calle, el potro de la ESO, el artista de la filigrana y el brazo armado de la calidad y el trallazo, ese niño-hombre que desafía a gigantes y vendavales. Y con él, otro driblador luminoso: Nico. El otro puñal de felicidad y fiesta, el centelleo del desborde. Y con ellos, al mando del mundo, Rodri. El organizador del baile y de la selva, la batuta que dirige el ritmo del ataque y del repliegue. Quizá haya más estrellas: Fabián Ruiz, Dani Olmo, Cucurella. Y esas figuras tienen un don: saben que el fútbol es una partitura de orquesta, aunque sean tan necesarios y estimulantes los solistas.

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