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Montemolín, el barrio de Zaragoza que lucha por encontrar su sitio entre Las Fuentes y San José

Al siglo XVIII se remontan los orígenes de esta zona histórica de Zaragoza, en la que los vecinos de toda la vida muestran un fuerte sentimiento de pertenencia

Es el único de Zaragoza que quedó dividido entre dos distritos distintos, Las Fuentes y San José.
Es el único de Zaragoza que quedó dividido entre dos distritos distintos, Las Fuentes y San José.
Guillermo Mestre

Si su código postal es el 50.013, es muy probable que viva en Montemolín y no lo sepa. Tendrá claro que reside en el distrito de Las Fuentes o el de San José, los que ‘estrangularon’ administrativamente el histórico barrio, el más antiguo de los tres y el que más crecía, junto a La Paz, a inicios de los Setenta. Fue el único de Zaragoza que se repartió entre dos distritos diferentes en 1981, aunque ni siquiera así lograron diluir un sentimiento "montemolinero" que resiste al paso del tiempo. Son "parte de la historia de Zaragoza", y lucharán para que persista en la memoria. Así lo indica José Antonio Prades, que recuerda que 1.200 vecinos se proclaman en Facebook Orgullosos de ser de Montemolín’. Difícil parece, en pleno siglo XXI, encontrar una mejor forma de reivindicar su pertenencia. Mucho antes, hasta 1712, hay que remontarse para encontrar el origen del barrio.

La cartografía sitúa Montemolín a inicios del siglo XVIII en el cruce de caminos que se ubicaba entre el del Bajo Aragón (después Miguel Servet), el que nacía en el convento San José y el descenso al de Las Fuentes, el triángulo que se conoce ahora popularmente como la ‘boca de Zaragoza’. Agrícola primero, con policía rural en 1878 y alcalde de barrio incluidos; industrial después, jugó un papel importante en el siglo XIX en la ciudad. Alojó el antiguo Matadero, obra de Ricardo Magdalena que sirve ahora como centro cívico del distrito de Las Fuentes; una granja experimental de productos agrícolas y ganaderos, y hasta la primera línea de tranvías de sangre, la número 1, arrastrada a sangre (por 12 caballos), cuyas cocheras se instalaron junto a la estación de Cappa (Utrillas).

Destacaron, por su belleza, casas de la alta burguesía como el Palacio de Larrinaga y la torre de Gil González Marcilla (Torreluna); y otras emblemáticas como la Torre Guallart (Torre Ramona) que fue hospicio, manicomio y otra vez hospicio, hasta que se abandonó.

En ‘Semblanza de un barrio, Montemolín’, de José Ignacio Sauca, que forma parte con Prades de la asociación vecinal Larrinaga, se recuerdan las muchas industrias que recalaron en el barrio, como Giesa, Cima, Cefa, Harineras Azón y Talleres Heraldo.

Varios símbolos evocan el esplendor de los años buenos. La chimenea de la antigua estación de tren de Cappa (Utrillas); el Palacio de Larrinaga, el que construyó un naviero vasco para Asunción Clavero, una aragonesa que fue su gran amor, y en el que fue incapaz de vivir cuando ella murió; el antiguo Matadero, que se estrenó como sede de la Exposición Aragonesa de productos industriales en 1885-1886, y la vieja nave de Giesa.

En Montemolín quieren sentirse "reconocidos". Prades explica que en el barrio miran más hacia Las Fuentes, pero hay que solventar cuestiones de nomenclatura. Los gestos son importantes e incluir cartelería con el nombre del barrio se tomaría como una buena medida. Entre los últimos logros destaca que hayan denominado ‘Jardines de Montemolín’ a una plaza cercana a Giesa, un equipamiento que se transformará en la Ciudad del Cine, aunque los vecinos lamentan que "se haya roto el plan director" en el que dejaron claras sus preferencias, entre ellas, una piscina cubierta.

Este el es plano sugerido de los límites del barrio que figura en 'Semblanza de un barrio, Montemolín'.
Este el es plano sugerido de los límites del barrio que figura en 'Semblanza de un barrio, Montemolín'.
'Semblanza de un barrio, Montemolín'

La reforma del Reglamento de Organización Territorial y Participación Ciudadana es, para la asociación vecinal, una ventana abierta a la esperanza para que los montemolineros se reivindiquen frente a los dos grandes distritos. Hay, todavía, cosas por hacer. Cita Prades, como ejemplo, la urbanización del entorno de la estación de Miraflores y el saneamiento del Camino de Enmedio. Los defensores de Montemolín se dejan llevar por su conciencia de barrio en una zona que, con promociones inmobiliarias en marcha, se va renovando muy rápido. Encontrar su sitio resulta ahora prioritario.

Los recuerdos perviven. Cuenta Prades cómo su abuela, cuando se dirigía al centro, decía que "se iba a Zaragoza". Cómo creció viendo a su madre “coger capazos” con la vecina, pues les conocían todos en Montemolín al regentar la carnicería del barrio. “Ese tipo de vida es la que hemos sido incapaces de transmitir a los jóvenes. Con la vorágine de la vida actual, casi no conoce ni al vecino de enfrente, no hay vida comunitaria”, lamenta. Por mantener esa conciencia de barrio luchan los montimolineros, que quieren hacer valer su historia e impedir que les quiten el sitio que les corresponde entre San José y Las Fuentes.

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