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Se suicida en la cárcel 24 horas después de salir de psiquiatría el joven que acuchilló a dos personas en Zaragoza

Estuvo en el módulo de seguridad del hospital Miguel Servet por sus trastornos mentales hasta el miércoles por la noche, cuando los médicos le dieron el alta al valorar que ya podía ser trasladado a la prisión de Zuera.

Ambulancia en el Canal, en Zaragoza, donde se ha producido el apuñalamiento.
Ambulancia en el Canal, en Zaragoza, donde se produjo la grave agresión a una mujer. 
Oliver Duch

Apenas 24 horas ha estado R. C. S. en prisión. Sabía que iba a pasar ahí mucho tiempo, pero todavía no era su sitio. El joven de 25 años con trastornos mentales que el pasado 26 de mayo acuchilló a dos personas en Zaragoza se quitó la vida este viernes por la noche en una celda individual de la  enfermería de la cárcel de Zuera. Allí había llegado tras recibir el alta médica por el médico de Psiquiatría del módulo de seguridad de Hospital Miguel Servet donde estaba ingresado por orden judicial como preso preventivo desde hacía tres semanas.

R. C. S. fue trasladado a la cárcel zaragozana, donde se suponía que iba que tener la compañía de un preso sombra, es decir, internos que prestan tareas de apoyo, escucha, orientación o seguimiento a aquellas personas que han entrado recientemente en prisión o se encuentran en riesgo de suicidio. Al parecer, en este caso el recluso de apoyo estaba en otra celda enfrente de la suya. Pero, a la espera de conocer las circunstancias de la muerte, la evidencia es que la medida no ha funcionado. 

El joven causó de forma aleatoria y gratuita lesiones muy graves con un cuchillo a una mujer en el Canal Imperial, a la altura del Parque Grande, y a un vecino de la calle Consejo de Ciento. Los agentes le atribuían además el inexplicable ataque el 20 de mayo a una anciana de 84 años en el barrio de San Gregorio, que fue golpeada con una cadena de bicicleta, aunque esto aún se esta investigando.

Tras ser retenido por viandantes del Canal, que socorrieron a la víctima, R. C. S. fue detenido y permaneció cerca de 72 horas en dependencias de la Policía, tiempo en que el que tuvo que ser trasladado al hospital por las autolesiones causadas en un intento de suicidio en el calabozo. Cuando pasó a disposición judicial, la magistrada de guardia ordenó su ingreso en la unidad cerrada hospitalaria con un informe médico forense preliminar que había detectado rasgos compatibles con un cuadro psicótico/crónico, pendiente de una valoración pormenorizada, más exploraciones y control médico. El auto judicial recogía además que el detenido podía ser peligroso para sí mismo o para los demás, por lo que recomendaba su ingreso en el módulo sanitario que custodia la Policía Nacional.

Sus padres, destrozados y sin consuelo posible, se preguntan cómo y por qué le dieron el alta a su hijo si no había tenido ni siquiera una leve mejoría de sus trastornos mentales desde el día que en que había sido ingresado. Creen que si hubiese estado más tiempo ahora estaría vivo. Solo permaneció en el Servet 23 días. “Durante las visitas que le he hecho me contaba que él solo veía demonios. Me decía que ya sabía que yo era su padre terrenal pero que él era de otro mundo, de lugares mitológicos. Seguía fuera de sí, desconectado de la realidad. Yo veía claramente que no estaba en condiciones de ir a una cárcel”, contaba esta sábado su padre.

Añadía que cuando hablaba con su hijo le explicaba que tarde o temprano tendría que ir a prisión por lo que había hecho, lo que lamentaba aunque no recordaba. “Y hasta él me decía ingenuamente que tenía ganas, que por lo menos había piscina, biblioteca y se podría sacar la ESO. Pero al mismo tiempo me decía que no quería vivir y que no quería estar con nadie, que si le hacían algo se las iban a ver con él; pero no era más que un crío, un crío enfermo que necesitaba tratamiento adecuado”, dice llorando.

“Hasta la Policía me decía que mi hijo no estaba para ir a una cárcel. Por lo menos, en la pequeña celda del hospital estaba tranquilo yo lo veía más o menos bien. Pero no dejo de preguntarme qué control llevan de los pacientes, presos o no presos”, señala.

Su madre también se pregunta qué ha pasado en la prisión, cómo en apenas 24 horas que llevaba allí ha podido quitarse la vida si le habían puesto un preso de apoyo que tenía que estar con él todo el tiempo y si la enfermería era el lugar adecuado. “Hubiera preferido que hubiese estado en aislamiento, si no iban a poder controlarlo”, señala, opinión que comparte el padre del fallecido.

Para su abogado, José Luis Melguizo, el fallo del sistema ha sido "clamoroso". El penalista ha explicado que está pendiente de recibir toda la información y expedientes del caso para exigir las responsabilidades que correspondan y tomar las medidas legales que sean precisas.

Las debilidades del sistema sanitario y penitenciario

Recientemente HERALDO publicaba los graves problemas y las graves deficiencias del sistema sanitario relativas a la salud mental, tanto por falta de facultativos como de recursos para atender a un cada vez más elevado número de población que sufre trastornos mentales. Y las dificultades para controlar a un enfermo cuando no se quiere tomar la medicación, como era el caso de R. C. S. y de otros muchos que han terminado haciendo daño a los demás o a sí mismos sin que su familia pudiera hacer nada.

Y una vez que cometen un disparate y se convierten en un peligro para todos, el sistema sanitario sigue fallando y el penitenciario, también. En todo el país hay dos centros psiquiátricos penitenciarios, los únicos que acogen a presos ya condenados. En el resto de prisiones, que albergan en torno a 55.000 internos, una gran mayoría con trastornos de conducta, alteraciones y adicciones, hay unos 200 facultativos para atenderlos.

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