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Este es el pueblo de Aragón que cuenta con tres vecinos centenarios

Su población se ha multiplicado desde que comenzó el siglo, el 10% tiene más de 65 años.

Los centenarios Ascensión Garza Estarreado y Antonio Mateo Lapeña, en la casa de la mujer en La Muela.
Los centenarios Ascensión Garza Estarreado y Antonio Mateo Lapeña, en la casa de la mujer en La Muela.
Alfonso Millán

La llegada de los molinos al término municipal por ser uno de los lugares con más viento de España supuso la multiplicación de los peces y los panes, y el crecimiento en vecinos.

La población de La Muela según el Instituto Nacional de Estadística 2023 es de 6.416 personas, aunque el inicio del siglo XXI, en el año 2000, apenas tenía unos 1.000 habitantes.

Son tres los vecinos centenarios que sobresalen en el padrón municipal. Sus historias tienen un hilo común: la resistencia. Quizá el viento ha tenido algo que ver: Antonio Mateo Lapeña (102 años), Ascensión Garza Estarreado (101) y Carmen García Alonso (100).

Ninguno de los tres ha tenido que pasar demasiado por el hospital. Ninguno vive en la residencia sino que residen en sus casas junto a alguno de sus hijos

Los tres muelanos con más de 100 años tienen familias numerosas (entre tres y cuatro hijos, de tres a cinco nietos, y de dos a cinco biznietos) y solo a una de ellos, Ascensión, que hizo su 101 cumpleaños el pasado sábado, le tocó un molino para sus tierras, con los que ha podido beneficiar para repartírselo a sus hijos como herencia porque “es un chollo bueno”.

En las cifras de población del Instituto Aragonés de Estadística (IAEST) del Gobierno de Aragón, con los datos del INE 2022, en La Muela residen 309 hombres mayores de 65 años, lo que supone un 9,52% de los 3.245, y 303 mujeres en la misma condición, que supone un 10,02% de las 3.002 que residen en esta población, que está situada a 600 metros de altura y a 23 kilómetros de Zaragoza.

Ascensión, Carmen y Antonio, vecinos de La Muela, presumen de una larga vida de trabajo, vastos conocimientos y cabeza bien amueblada.
Ascensión, Carmen y Antonio, vecinos de La Muela, presumen de una larga vida de trabajo, vastos conocimientos y cabeza bien amueblada.

El alcalde de La Muela, Adrián Tello, nieto de Ascensión, tiene muy claro que los tres centenarios que tienen en el pueblo “son personas que han trabajado mucho y han tenido unas vidas intensas, adaptándose a lo que había, ya que vivieron toda su juventud sin luz y sin agua en las casas, por lo que han sabido valorar todos los avances y cambios que han venido después”. “Es gente sencilla que han intentado ser felices, en un pueblo, cuyo cierzo, a pesar de las molestias, también da salud”, concluye.

Estos longevos ancianos se sienten bien con el actual alcalde, aunque tienen claro que el pueblo ya no es lo que ellos conocieron al ser jóvenes y han dejado de conocer a muchos vecinos. Cada uno a su manera recuerda la época del concierto de Julio Iglesias y los viajes del Ayuntamiento de La Muela que los llevó por España y hasta Centroamérica, la construcción del auditorio, la plaza de toros y los efectos de la corrupción urbanística que llevó al proceso judicial a su exalcaldesa María Victoria Pinilla, en prisión desde hace dos años y ahora cerca de alcanzar el tercer grado.

"Tuve el último de mis hijos con 47 años"

Ascensión Garza Estarreado cuenta feliz que cumplió el sábado “ciento y uno”, aunque reconoce que no sabe “cuándo me voy ya”. Recibió muchos regalos y visitas el pasado sábado de los vecinos, así que estuvo “contensísima” en un cumpleaños tan especial. 

Antonio Mateo Lapeña, el muelano más mayor del pueblo que cumplirá los 103 el próximo 2 de septiembre, se presentó para felicitarla porque ellos son contraparientes (ella casada con un primo suyo) y han tenido una relación familiar muy estrecha.

En la vida nos ha pasado de todo y hemos estado escasos, ahora un poco más abundantes. He tenido cuatro hijos, tres chicas (Teresa, María Luisa y Chon) y un chico (Eduardo). El último de mis hijos nació cuando yo tenía 47 años, aunque pensaba que me había secado entonces. A todos los crié con el pecho y han salido más sanos que una manzana”, explica Ascensión. Todos los nacimientos tuvieron lugar en la casa, con el médico del pueblo, a quien llamaban 'don Antonio'. “Ahora estoy viviendo muy bien con una de mis hijas y eso es perfecto”.

Antonio Mateo recuerda que hasta los 89 años se dedicó a ser agricultor, con su tractor, y llevar los campos de olivos, junto a cultivos de trigo, centeno y avena. “Si volviera a nacer volvería a ser agricultor. Aguanté tanto porque me sentía muy bien de salud y cuando era mayor estaba tan ilusionado como si tuviera 50”, proclama, aunque sus tres hijos (Teresa, María Rosario y Pedro Antonio) no le han seguido en el campo: dos de ellos estudiaron Empresariales y Magisterio, y una tercera optó por la peluquería. “Antes éramos familias numerosas pero ahora, no porque ha descendido mucho la natalidad, quizás porque la gente quiere vivir mejor”, valora.

Este muelano explica que los molinos llegaron al pueblo porque se encuentra en alto (a 600 metros de altura) y porque había “mucho cierzo”. “Les ha ido bien a quienes les pusieron, pero a mí no me cogieron”, señala el agricultor, quien hizo algunos de los viajes que montó el consistorio de Victoria Pinilla como a Galicia, Tenerife, Andalucía y Benidorm. “Mejoró mucho el pueblo, aunque luego tuvo  algunos errores y los ha pagado”, opina.

Residir en casa 

Para Ascensión se nota que todo ha evolucionado mucho porque cuando va a Zaragoza no sabe quién es de pueblo o de la ciudad, muy distinto a lo que era en su juventud. “Aquí se vive al estilo de la capital”, describe. A Antonio le gustaba mucho “bajar a la ciudad” para ir de compras y pasar el día, pero a su edad prefiere quedarse en el pueblo.

“Cuando la gente viene a La Muela luego ya no se va”, destaca Ascensión para explicar el aumento de la población vivido desde el inicio del siglo XXI. “Cuando vas por la calle ya no conoces a casi nadie. Yo me crié en la calle San Antonio y ya no sé si queda alguno de mis vecinos”.

Antonio agrega que su generación ha ido desapareciendo y destaca, sobre todo, que sus hijos les cuidan en sus viviendas, como a Ascensión, sin tener que ingresar en una residencia. “La salud se la debo a mi hija”, señala el centenario.

Al preguntarles sobre la Guerra Civil, reconocen que en el pueblo no les castigó y aquel tiempo se pasó sin matanzas, no como en otros lugares de Aragón. A Antonio no le duelen prendas en decir que la dictadura de Franco supuso una evolución para la economía y había trabajo, aunque tuvo que hacer 45 meses de servicio militar después de haber estado en el conflicto. “Ahora con las nuevas generaciones hay mucho machismo y agresiones. Hace falta más formación cristiana. La democracia trajo la libertad, pero a veces pasan estas cosas”, lamenta los sucesos que lee todos los días en el ejemplar del HERALDO, del que es suscriptor.

Carmen García Alonso tiene 100 años y reside en su casa del centro de La Muela con uno de sus cuatro hijos.
Carmen García Alonso tiene 100 años y reside en su casa del centro de La Muela con uno de sus cuatro hijos.
Alfonso Millán

"Soy pobre y que sea lo que diga el de arriba" 

A Carmen García Alonso hay que visitarla en su casa porque no sale mucho a sus 100 años. Sus cuatro hijos (Emereta, Teresa, José Antonio y Jesús) le hacen de traductores porque ella es un poco sorda. “Tengo cinco nietos y cinco biznietos”, presume.

No sabe cómo ha llegado a tan avanzada edad, aunque sus hijas dicen que le ha encantado vivir tantos años. “Estoy dispuesta a lo que diga el de arriba hasta que me tenga aquí. Yo no lo sé”, reconoce esta mujer que cumplió las tres cifras el pasado 21 de octubre. Con su edad todavía enhebra las agujas y cose, desde la ventana de su salón puede ver el centro del pueblo y saluda a los que pasan para verla.

Ella era la mayor de sus ocho hermanos y la única que ha sobrevivido. Se siente bien, pero reconoce que tiene muchos años. “Mi marido trabajaba en el campo, plantando olivos, y también en la Base americana”, señala, pero sufrió tres ictus y apenas duró cinco años después. Mientras tanto, Carmen ha trabajado “de todo”: empleada de hogar y en el campo, cogiendo olivas o uvas, o llevando los cerdos de una granja para venderlos en el matadero de Miguel Servet. “Era emprendedora, como se dice ahora”, bromea su hijo José Antonio.

Coincide con sus paisanos que vive en la casa familiar con su hijo más pequeño, que está soltero y es un jubilado de 67 años. Nunca ha dejado de vivir en La Muela, donde nació. “A nosotros no nos toca molino porque soy pobre”, destaca.

El médico me dice que estoy muy bien y sana con la tensión y el azúcar, y solo tengo alguna cosa de la edad”, explica, aunque sus hijos destacan que hace tiempo que el facultativo no tiene que pasar a verla porque no lo necesita. Sigue traduciendo los precios a pesetas y todo le parece muy caro. Desde la pandemia no sale a la calle.

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