El descenso histórico por la sequía del nivel del embalse de Calanda destapa el patrimonio anegado
El retroceso de las aguas deja al descubierto una gran cueva, un poblado ibérico y la presa inacabada de Juan de Villanueva
La fuerte sequía que afecta a la cuenta del río Guadalope y la consiguiente caída de reservas del pantano de Calanda tienen, como una consecuencia menor, el afloramiento de recursos patrimoniales que, normalmente, están bajo las aguas del embalse, con 54 hectómetros cúbicos de capacidad pero que está actualmente al 22%. La caída de las reservas embalsadas ha aflorado la cueva Corva, una gruta de grandes dimensiones que habitualmente está inundada y que ahora es visitable. La bajada del nivel permite también acceder a pie al poblado íbero que existe en un islote del embalse, algo insólito durante, al menos, las últimas dos décadas.
La bajada del nivel permite también ver con comodidad los restos de la presa que empezó a construir a finales del siglo XVIII Juan de Villanueva, el arquitecto neoclásico más prestigioso del país, autor, entre otros, del edificio del Museo del Prado. Aquel pantano, que fue proyectado para el desarrollo del regadío en el Bajo Aragón, no llegó a terminarse y sus restos quedan bajo las aguas de la presa en situaciones de normalidad hídrica.
Óscar Librado, un investigador del patrimonio menos conocido del Bajo Aragón y que procura su difusión a través de las redes sociales con el perfil ‘Explorador de proximidad’, explica que nunca había podido acceder a pie al yacimiento ibérico del pantano de Calanda. Además, señala que la mayor parte de los restos de este enclave prerromano no son visibles habitualmente porque están sumergidos. La caída de las reservas ha aflorado restos de muros y numerosos materiales cerámicos que nunca antes había visto.
Añade que la cueva Corva, que destaca por sus grandes dimensiones, habitualmente es inaccesible al quedar sumergida bajo las aguas del embalse. Sin embargo, la sequía permite ahora una visita cómoda a la gruta si mojarse los pies.
El poblado ibérico es conocido y fue investigado por la arqueóloga Montserrat Martínez, pero no se pudo visitar a pie durante décadas al estar situado sobre un montículo que forma una isla en las aguas del pantano. Librado explica que, en una reciente visita al lugar, pudo comprobar la abundancia de restos de cerámica del enclave y ver las estructuras de edificios que subsisten, en muchos casos desconocidas al quedar, normalmente, ocultas bajo las aguas.
El elemento más monumental que es visible gracias al descenso de las aguas es, no obstante, la presa inconclusa proyectada por Juan de Villanueva. Las obras discurrieron entre 1783 y 1793, diez años que dejaron como legado restos del muro en el término municipal de La Ginebrosa y de una gran acequia conocida como Arcos de Lacarra. Todo queda sumergido con el pantano lleno, pero quedan al descubierto en años de sequía o al terminar las temporadas de riego.
Librado advierte de que el verano solo acaba de empezar y es previsible que, a medida que avance el estío, el nivel todavía descienda más y afloren otros secretos del pantano que siguen sumergidos, como la central hidroeléctrica que inauguró el suministro eléctrico en Calanda y Alcorisa a principios del siglo XX.
La falta de precipitaciones que sufre el Guadalope motivó la reciente declaración por la CHE de una situación de "sequía extraordinaria" en la cuenca que augura para este verano severas restricciones para los regadíos, fundamentalmente dedicados a la producción frutera.
Según los datos que maneja el organismo de cuenca, el nivel actual de la presa de Calanda, con 12 hectómetros cúbicos y un 22% de reservas, es el peor registro en los últimos 20 años en estas fechas, con una media de 38 hectómetros cúbicos y del 70%.
