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el patio de mi recreo

Patricia Rodrigo: "Cuando me reía mucho, me hacía pipí"

Galerista de arte y museógrafa. Sus padres tenían una galería de arte. Con su hermano José Antonio mantiene la galería de arte Antonia Puyó, una empresa de arquitectura efímera, un espacio de ‘coworking’ y una tienda de enmarcaciones. 

Patricia Rodrigo, primera a la izquierda, junto a su hermano José Antonio y unos amigos, cuando regentaban el bar de las piscinas de Ansó (1999).
Patricia Rodrigo, primera a la izquierda, junto a su hermano José Antonio y unos amigos, cuando regentaban el bar de las piscinas de Ansó (1999).
H. A.

¿Recuerda su infancia como una época feliz?

Sí. Siempre he estado rodeada de gente que me ha aportado mucho, en casa éramos ocho y solo tengo un hermano, ¡ja ja ja!

¿Recuerda qué le provocó sus primeras risas?

Seguramente me las echaría con mi amiga Ana de Mañas en Ansó, el pueblo de mi madre, mientras desafiábamos alguna sugerencia de algún adulto. Nuestras hijas hacen lo mismo, se parten la una con la otra.

¿Y sus primeras lágrimas?

Tengo muchas imágenes llorando, la más recurrente puede que sea en el coche de mis padres volviendo a Zaragoza al final del verano, ¡¡qué lloros!!

¿Qué era en el patio del colegio?

La que planeaba o… quizá la mandona, dicen que me gusta mandar, otra cosa es que consiguiera que me hicieran caso, ¡ja ja ja!

¿Recibió algún castigo que le dejara huella?

Sí, pero no fue uno en concreto. Durante la etapa de la lectoescritura, lo pase muy mal hasta que me diagnosticaron dislexia: la maestra no supo ver que expresaba mi frustración con rabia y me generó inseguridades con las que hoy en día sigo luchando.

¿Qué es lo que más le gustaba hacer cuando no estudiaba?

Jugar al baloncesto, bailar, esquiar, el agua, hacer el tonto...

¿Tenía algún complejo que le amargara?

Cuando me reía mucho me hacía pipí, era un rollo no poder reírse a gusto.

¿Cuál fue la calle de su infancia?

La calle Milagros en Ansó, Huesca, donde pasaba los veranos.

¿Qué es lo que más y lo que menos le gustaba de Zaragoza?

Mi infancia, hasta los 4 años, la viví en una zona residencial de la avenida Navarra. Me gustaba porque tenía piscina y el agua me encanta, pero luego nos fuimos a vivir al lado de la Puerta del Carmen. Ahí siempre eché de menos la calle.

¿Cuál es el episodio de su infancia o adolescencia que con más frecuencia vuelve a su memoria?

Las tardes que pasaba con mi hermano José Antonio y los hijos de unos amigos de mis padres, Pisi y Carlitos. Nos reíamos muchísimo haciendo el tonto y jugando a cosas absurdísimas.

¿Tenía mucha conciencia política?

Sí, no me perdía ninguna manifestación proderechos. Me he metido siempre en todo, tengo bastante conciencia sociopolítica, para mí, todo es política.

¿Era religiosa?

Era. El colegio al que me cambiaron con 8 años era de monjas misioneras, allí acabé tocando la guitarra en misa y queriendo ser misionera como ellas, ¡¡qué lejos queda todo eso!! Allí descubrí mi amor por el baloncesto.

¿De qué modo le hizo sufrir el sentido del pecado, la sensación de mala conciencia?

Uy, eso hoy en día sigue estando, lo intento racionalizar, pero la mala conciencia…

¿Qué obsesión forjó claramente en esos años?

La obsesión por la injusticia. Cuántos tortazos me he dado y me sigo dando.

¿Hasta qué punto influía en su conducta el peso del ‘qué dirán’?

Entonces mucho, necesitaba el reconocimiento de los demás, quizá porque de pequeña me metieron caña haciéndome sentir de menos. Ahora me da bastante igual lo que piensen de mí.

La muerte, ¿le angustiaba o le provocaba algún tipo de tormento?

No, mi relación con la muerte llegó tarde.

¿Cómo ganó su primer dinero?

Con 19 años, llevando el bar de las piscinas de mi pueblo, junto a mi hermano y dos amigos más. Un año se quedó desierta la contrata del bar, lo anunciaron en un pregón como último recurso, empezamos con la coña y acabamos llevándolo. Fue uno de mis mejores veranos.

¿Hizo alguna locura o disparate que le guste recordar?

Uf, son inconfesables, jajaja. La mayoría están ubicadas en los Pirineos.

¿Cuál fue la primera estrella de cine que le fascinó?

Winona Ryder.

¿Y la primera persona que, en la vida real, le provocó una emoción inolvidable?

Mi profesora de Estética de la universidad.

¿Cuál fue la primera canción que memorizó?

Por elección propia, cualquiera de Extremoduro; pero tanto en casa de mi tío como en la nuestra se oía a Labordeta, la Mandrágora, Lluís Llach o Paco Ibáñez, del que me encantaba su versión de ‘La mala reputación’. Ah, y jotas, mi madre es una enamorada de las jotas.

¿Qué libros o películas le deslumbraron?

Me obsesioné en su día con ‘La pistola de mi hermano’, la novela de Ray Loriga; en cine me dio fuerte por el cine español, me encantaba Julio Medem, me sigue encantando.

¿Qué personalidad fue para usted una referencia poderosa?

En mi juventud estaba enganchadísima al baloncesto y admiraba a Jordi Villacampa y Rebecca Lobo, la jugadora estadounidense. Y, por supuesto, a mi madre: una mujer elegante, sofisticada, dulce y culta, siempre con su cigarro en la mano. Ahora ya no fuma, pero aquella silueta me encantaba.

¿Quiénes fueron sus grandes amistades?

Mis amigas del colegio, con quienes solía jugar al baloncesto, y la gente de Ansó. Recuerdo todas las sorpresas que me han dado por mi cumpleaños. Cumplo en agosto, y me ha obsesionado siempre el cumplirlos allí, así que habré tenido como 25 fiestas sorpresa.

De todo lo que le enseñaron sus padres, ¿qué caló en usted con más fuerza?

Lo que hagas, hazlo con convicción y pasión y no te fijes en lo que hagan o digan los demás. Mi padre tiene una frase que dice bastante: si todos lo hacen así, tú, al revés.

¿Qué o quién le desató la vocación que le ha marcado?

Mis padres, Antonia y Pepe, sin duda.

¿Hay alguna debilidad que detectara en su infancia y que aún no ha logrado superar?

Como me dice una buena amiga: «Tú siempre defendiendo al diablo». También me van mucho las causas perdidas. El foco a veces me falla.

Si pudiera viajar en el tiempo y regresar a sus primeros años durante un día, ¿a cuál volvería?

A un día de verano en el valle de Linza junto a toda mi familia, mientras mi abuelo Pascual nos prepara unas migas con entrevivo y usones.

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