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Cuidadoras: "Mi salud se resintió tanto que el médico me dijo que era mi marido o yo"

Lucía Serrano y Conchita Gómez cuentan cómo viven atender a su marido dependiente y necesitan desconectar para superar los momentos de cansancio y ansiedad.

Lucía Serrano y Conchita Gómez, ayer, en el Parque Grande de Zaragoza.
Lucía Serrano y Conchita Gómez, ayer, en el Parque Grande de Zaragoza.
Francisco Jiménez

Lucía Serrano, de 72 años, se ha pasado cinco cuidando a tiempo completo de su marido que padecía alzhéimer. Hasta que hace un año acudió a urgencias porque no dejaba de sangrar por la nariz y al final el especialista lo atribuyó a la "tensión" y la "ansiedad" que sufría. Conchita Gómez, que está a punto de cumplir 78 años, está tramitando la dependencia para su esposo, al que han hecho ya la valoración, y por ahora lleva ya en el móvil el botón de la teleasistencia. 

Las dos se han hecho amigas en las reuniones grupales con una psicóloga a las que acuden cada martes en Cruz Roja para aprender a cuidarse ellas mismas y desconectar un rato de un día a día en el que anteponen las necesidades de su pareja a las suyas propias. Este pasado jueves estaban entre las primeras en la línea de salida de la Marcha por el buen trato a las personas mayores que, impulsada por Cruz Roja, reunía a casi 300 personas en el Parque Grande José Antonio Labordeta. 

En tres días Lucía tuvo que tomar la decisión de llevar a su marido a una residencia. "Muy a mi pesar no tuve otro remedio. Mi salud se resintió tanto que un médico, al que hoy doy las gracias, me dijo muy claro que era mi marido o yo, que no podía seguir así", cuenta. Ella está operada de tiroides, sigue una medicación para la coagulación y toma "entre 10 y 11 pastillas diarias".

A pesar del tiempo transcurrido todavía se siente "culpable" y se le caen las lágrimas cuando diariamente acude para estar con él. Es una situación "muy dura de llevar", dice, y más cuando su deterioro cognitivo ha avanzado tanto que "hay días en los que vuelvo a casa sin que me haya llamado por mi nombre", aunque está convencida de que "sí me reconoce y por eso me sonríe". Su sentimiento de culpa es tal que el primer día que asistió a una sesión de mindfulness se salió llorando cuando empezaron a cantar "porque no podía soportar pensar que él estaba en la residencia y yo pasándomelo bien".

Cualquier salida es "un domingo de auténtica fiesta"

Para esta mujer que trabajó en un taller de confección, los encuentros con la psicóloga de los martes, y cualquier otra salida, se convierten en "un domingo de auténtica fiesta". Una opinión que comparte Conchita, que también tiene su momento de respiro cuando acude a los ensayos de la coral del centro de día de San Blas y con la ayuda que recibe de sus hijas.

A su marido, diabético, le han diagnosticado polineuropatía en las piernas, ahora camina con un andador y tiene pérdidas de memoria. La enfermedad, que ha coincidido con fallecimientos en el entorno familiar y problemas de salud de personas muy allegadas, le afectó "muchísimo" y fue cuando se planteó que necesitaba una psicóloga. "Tuve una subida de tensión muy alta y no podía dormir porque mi cabeza era como un ordenador", recuerda.

"La mayoría presentan el síndrome del 'burnout'"

Marta Sánchez es la psicóloga de Cruz Roja que está con ellas en las sesiones de los martes. En el proyecto de atención a personas cuidadoras atiende a unas 150 personas, de las que un grupo de 10 o 11 acude a las reuniones presenciales, mientras que para ver a las demás se desplaza a sus domicilios.

"Aunque hay hombres que ya empiezan a ser cuidadores, todavía el 95% de los que acuden a nosotros son mujeres y un gran porcentaje están volcadas en sus maridos o parejas", explica. La mayoría presentan "el síndrome del 'burnout', con rasgos ansiosos, depresivos, falta de motivación, baja autoestima, agotamiento e incluso problemas físicos porque están dedicadas al 100% a atender las necesidades de la otra persona y se olvidan de ellas mismas", comenta.

Con los encuentros semanales busca proporcionarles un "espacio de oxigenación" y que se acuerden de cuidarse también ellos. Para Marta es un éxito que "se arreglen un poquito más" e incluso "se pinten" para acudir. Hacen talleres de gestión del estrés y gestión emocional, de alimentación saludable y actividades como la cuentoterapia y la relajación, además de escapadas a algún museo, a tomar un café o simplemente a pasear. Han participado hasta en un taller de maquillaje del que salieron "superreforzadas". De lo que se trata es de cuidar a quien cuida.

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