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Carmina Ordóñez, adicciones, incógnitas y un presagio cumplido

La 'celebrity' vivió una vida al límite y falleció hace veinte años en la bañera de su casa tras una fiesta.

Carmina Ordóñez juntos a sus dos hijos, Francisco y Cayetano.
Carmina Ordóñez juntos a sus dos hijos, Francisco y Cayetano.
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Eran las doce de la mañana de un día como hoy hace 20 años, cuando una de las empleadas del hogar encontró el cadáver de Carmina Ordoñez en la bañera. Una muerte que conmocionó a todo el país y en especial a los amantes del papel couché. Nacida en cuna de oro, la apodada como la Divina fue una adelantada a sus tiempos y una incomprendida.

Bajo el lema 'A mí plín, yo soy Ordóñez Dominguín' disfrutó de su vida como le dio la gana y prácticamente al límite. Era una de las protagonistas indiscutibles de la prensa rosa de su época. Su padre, Antonio Ordóñez, fue una de las figuras más importantes en el mundo del toreo; su madre, Carmen Cristina González Lucas, era la hermana de otro de los grandes de los ruedos: Luis Miguel Dominguín. Sus abuelos eran los reconocidos matadores Cayetano Ordóñez y Domingo Dominguín.

A Carmina tampoco le faltaron conquistas. De hecho, se casó tres veces. Muchos decían que era la mujer más guapa de España, pero ella quedó prendada de Francisco Rivera, 'Paquirri', con el que se casó en 1973 y del que se divorció seis años después. Con él tuvo dos hijos, Francisco y Cayetano. Después, Julián Contreras fue el hombre que ocupó su corazón durante casi diez años y, fruto de esa relación, nació su tercer hijo con el mismo nombre de su padre. El último matrimonio, con el bailaor Ernesto Neyra, fue el que más dolores de cabeza le provocó y donde comenzó su declive. La sociedad le dio la espalda cuando denunció públicamente en 'Crónicas marcianas' los malos tratos y los abusos que ejercía sobre ella e intentó desmontar el tabú de la violencia de género.

Punto de inflexión

Pero el punto de inflexión de su vida fue cuando murió su madre en 1982. Una mujer a la que idolatraba y con la que mantenía una estrecha relación. Comenzó a beber para poder sobrellevar la pérdida y superar la depresión en la que cayó. A la par, desarrolló un miedo a la soledad por el que necesitó la ayuda de somníferos para poder conciliar el sueño. Pocos años después, se hizo adicta a la benzodiazepina. Aunque consumía otras sustancias, su verdadera adicción eran estas pastillas y podía llegar a consumir entre 25 y 30 al día.

Ella siempre decía que no iba a vivir más de 50 años y ese presagio se cumplió. Tenía 49 años. La mezcla del alcohol con las drogas terminó siendo letal. La versión oficial del fallecimiento fue que la causa del deceso fue un infarto. La finada tenía un golpe en el labio, en el baño había restos de drogas y aún se desconoce quiénes eran las personas que la acompañaban esa noche. En los medios de comunicación se publicaron todo tipo de conjeturas y rumores e, incluso, una autopsia falsa. Después de muerta, a Carmina la siguieron juzgando.

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