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Cristina Mitre: "Nunca he querido dar la imagen de que se puede con todo"

La periodista y escritora asturiana se sincera en una entrevista muy personal.

La periodista y escritora Cristina Mitre
La periodista y escritora Cristina Mitre
Telefónica

Es Cristina Mitre (Gijón, 1977) una de esas mujeres que multiplican el tiempo y se desdoblan en el espacio para alcanzar más retos. Pero incluso ella sabe que a veces es imperativo parar. Tomar aire. Mirar hacia dentro y hacia fuera para recuperar la perspectiva. Con un Ondas del Pódcast a la mejor anfitriona debajo del brazo y tras cinco años viviendo en los Emiratos Árabes Unidos, sabe que el mejor premio es sentarse frente a media docena de sardinas en una sidrería de su tierra. Y el accésit, tiempo para escribir.

El cazador cazado. Su pódcast ha superado ya los 300 entrevistados y acumula 25 millones de escuchas.

Es una oportunidad maravillosa de poder sentarme con gente brillante a hablar de cosas tan diversas como las claves moleculares del cáncer o por qué debes hacer testamento. Es un aprendizaje continuo. Como periodistas, no tenemos ni idea de nada, pero sabemos preguntar.

No habrá caído en el cliché de poner el Ondas en el cuarto de baño...

¡Lo tengo en Gijón! Pesa tanto que tuve que elegir entre llevarme a Dubái el premio o siete litros de aceite. Ganó el aceite, pero el Ondas me hace mucha ilusión. Ver que mi pequeño proyecto ha sido reconocido, cuando estaba rodeada de gente a la que admiro, ha sido un espaldarazo. En el mundo digital nunca sabes si las cosas van a funcionar y poder estar una hora y media hablando de algo como periodista es increíble y a los divulgadores les permite no quedarse solo en titulares.

Habla mucho -tanto monta, monta tanto- de belleza y salud. ¿Ha descubierto ya el santo grial?

Ya me gustaría. Ahora se oye muchísimo hablar de la metformina como medicamento antienvejecimiento, que es superbarato y hoy por hoy toman las personas diabéticas. Hay un ensayo clínico muy potente sobre sus beneficios antiedad. Pero no hace falta medicarse, algo tan sencillo como coger dos mancuernas y hacer pesas ya es la bomba. Mira que es difícil poner de acuerdo en algo a la comunidad científica y todos coinciden en los muchos beneficios de los ejercicios de fuerza. Estamos muy enfocados en el peso, cuando deberíamos estarlo en la masa muscular. En mantenernos activos, respetar las horas de sueño, aprender a gestionar el estrés y, en la medida de lo posible, no consumir tóxicos como el tabaco o el alcohol. Todo eso pesa mucho más en nuestra salud que lo genético, que es apenas un 30%. El resto está en nuestra mano. Pero es más fácil pensar en un suplemento de colágeno que en ponerse las mallas.

No hacía deporte desde bachillerato. Se calzó unas deportivas y su libro 'Mujeres que corren' la lanzó al estrellato. No le gustan las medias tintas.

Abrí una cuenta de Twitter en 2009 cuando empecé a correr para compartir mis desventuras. Quería encontrar a alguien que respondiese las preguntas de una corredora como yo, pero no había referentes populares, había atletas, no mujeres de mi edad que no habían hecho ejercicio desde hacía años. Me puse a correr como pollo sin cabeza, lo hice todo mal porque no encontré un libro que me guiase, así que lo escribí. Se vendieron siete ediciones, está traducido al chino. Diez años después me siguen pidiendo que lo firme.

Una de sus grandes preocupaciones es el 'burnout' o síndrome del trabajador quemado.

Hago de mi propia vida material para lo que cuento. Yo nunca pensé que daba el perfil de mujer ansiosa o con crisis. Cuando me ocurrió, en realidad, me estaban ocurriendo cosas muy ilusionantes, pero mi cabeza y mi cuerpo no podían con aquel trajín. Lo conté porque no quería dar la imagen de que se puede con todo. En 2015 no había tanta gente que reconociese que había sufrido una crisis nerviosa.

¿Cuáles fueron los síntomas de alarma?

En mi caso, los más importantes fueron las parestesias en los brazos, el insomnio, la pérdida de capacidad para concentrarme, la pérdida del apetito... Un día perdí la visión de un ojo, que fue lo que me asustó. También tuve que ir a urgencias con un vértigo brutal. No era capaz ni de sostenerme. Tardé semanas en poder comer y ponerme en pie. Me hizo reflexionar sobre lo importante que era compartir aquello, aunque me mostrase vulnerable. Hay que aceptar que para llegar, hay que renunciar. Estaba llevando una vida que, por genial que me pareciese, no era posible.

¿Qué claves ha de conocer un trabajador exigente y exigido para desconectar este verano?

Mi punto gatillo era la conexión digital. Me tuve que quitar la 'app' del correo electrónico y todas las alertas, porque si te suena algo en el teléfono ya entras a mirar el WhatsApp y vas de una en otra... Mi consejo es: si estás de vacaciones, prográmalo para estar disponible un tiempo limitado, no pases todo el día enredado. También me puse una alarma para avisarme de cuando llevo una hora de uso en las redes sociales. Así, al menos, me hago consciente del tiempo que les dedico.

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