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Nacho Cano, la estrella pop atraída por el poder

Entrenador de yoga, empresario musical y filántropo escaldado, el ex de Mecano sabe cómo meterse a los políticos en el bolsillo 

Nacho Cano, en imagen de archivo.
Nacho Cano, en imagen de archivo.
Heraldo.es | heraldo

Cuando se separó Mecano, Nacho Cano (Madrid, 61 años) había vendido 25 millones de discos en la época del vinilo, junto a su hermano mayor y la cantante Ana Torroja. Pero este madrileño educado por los jesuitas no aceptó un retiro de oro y tardó solo un puñado de meses en trabajar en su primer álbum en solitario, titulado 'Un mundo separado por el mismo dios'. Con tres discos más en 1999, el balance de su carrera en solitario era negativo si se comparaba con el éxito del trío disuelto. Entonces, Ignacio de la Macarena descubrió las mieles de la confluencia entre partituras y política.

Tal vez para entonces su pensamiento ya estaba curtido en el "no soy de izquierdas porque no soy idiota", como reveló esta semana, y prefirió ofrecer sus servicios al poder del Partido Popular en el feudo de la capital. El primer envite de los muchos que vendrían lo aceptó el alcalde Alberto Ruiz-Gallardón quien, empeñado en hacer de Madrid la sede olímpica, le encargó la música de la candidatura y unos meses después le encomendó otra misión, esta vez secreta: una pieza para regalarle a Felipe de Borbón y Letizia Ortiz con ocasión de su próximo enlace. Ambas piezas, dijo el entonces alcalde, las hizo gratis.

Por aquella época, Cano incursionó en la filantropía. Para entonces ya se había entregado al yoga, como parte de una terapia de recuperación de un par de intervenciones quirúrgicas. Como la madre Teresa, posó sus ojos en Calcuta y presidió una organización, la fundación Sabera, para ayudar a niñas en situación de mendicidad y prostitución. Su labor principal era la captación de fondos con famosos. Paradójicamente, la bondad le condujo a su segundo escándalo público, después de la ruptura abrupta de Mecano. Pero esta vez era por dinero. Le acusaron de gastar demasiado. "Tengo de sobra como para cogerlo del cazo de las niñas", respondió él en una carta antes de renunciar. Aquella fundación se diluyó.

Ex de Penélope Cruz, visitante de pueblos de La Alpujarra, padre de un hijo que tiene ahora 29 años y dueño de varias compañías con nombres como Yogi Songs, Fairlight o Panchiceto, el show continuó y puso en marcha el musical 'Hoy no me puedo levantar'. Dos años después del estreno, otro lío empresarial: le expulsaron de la dirección musical. Escribió otra carta pública: "Me quieren silenciar y amenazar", aseguró. Aquella incursión teatral terminó en concurso de acreedores y una deuda de cinco millones de euros.

En los años siguientes el artista reforzó sus nexos con el poder madrileño. Ha demostrado que sabe cómo metérselos en el bolsillo con su encanto. En 2008 la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, le pagó más de 400.000 euros, a cargo del Canal Isabel II, para realizar su segundo musical, titulado 'A'. Luego, con la alcaldesa Ana Botella también tuvo un acercamiento. Aunque la esposa del expresidente José María Aznar no le encomendó ninguna canción para la alcaldía, su yerno Alejandro Agag sí le pidió una para la Fórmula E, uno de sus emprendimientos.

Florida, Ibiza, Madrid

En 2014 se mudó a Florida, Estados Unidos. Tenía una nueva relación sentimental con una periodista madrileña y fundó un negocio alejado de los escenarios, el Hot Yoga Brickell donde él mismo enseñaba a hacer peripecias corporales en una sauna gigante por 100 euros mensuales. Cuando volvía recalaba en Ibiza, donde tiene una casa a prueba de curiosos de 300 metros cuadrados. Regresó a España en 2022, cuando el primer disco con Mecano cumplía 40 años.

El idilio con las autoridades madrileñas prosiguió después del paréntesis de Manuela Carmena. Le ofreció a José Luis Martínez Almeida tocar una canción de Mecano en Nochevieja en una Puerta del Sol vacía por la pandemia. "Agradezco a Nacho Cano su iniciativa", escribió el alcalde. Tampoco cobró esa vez. Unos meses después, la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, le condecoró como Caballero Gran Cruz de la Orden del Dos de Mayo. Él le abrió las puertas de su villa ibicenca ese verano y más tarde la comparó con Isabel la Católica.

Y en esas llegó 'Malinche'. Tanto Almeida como Ayuso apoyaron el nuevo musical de Cano, que incluía la construcción de un recinto con forma de pirámide azteca para 1.300 personas. Uno le cedió un terreno valorado en once millones de euros y la otra le defendió de las críticas políticas y vecinales. El musical -cuyo socio es un empresario conocido, David Hatchwell, con quien Cano incluso viajó al Vaticano a ver al Papa- se estrenó ese septiembre en Ifema y lleva ya 400.000 asistentes. En la cima otra vez, el irrefrenable Cano no se detuvo: estrenó otro musical, 'Ibiza hippie heaven'.

Casi dos años después de subir el telón de 'Malinche', la Policía le detuvo diez minutos por un presunto delito contra el derecho de los trabajadores. En su defensa y rodeado de abogados esgrimió la teoría de la conspiración: le persiguen por su amistad con Ayuso. "Si me encuentran muerto en la cuneta, ya sabéis quién ha sido".

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