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bio, bio, ¿qué ves?

El acelerador y freno moleculares de la osteoporosis

Identificada una proteína que frena la formación de los osteoclastos, células destructoras de hueso, y que podría ser utilizada en nuevas terapias.

Las enfermedades que afectan a la integridad ósea tienen un impacto muy negativo sobre la calidad de vida, al aumentar el riesgo de fracturas.
Las enfermedades que afectan a la integridad ósea tienen un impacto muy negativo sobre la calidad de vida, al aumentar el riesgo de fracturas.
Pxhere

El disfraz de esqueleto es muy socorrido si andamos cortos de ideas para la terrorífica noche de Halloween. No obstante, cuando ocupa su lugar dentro del cuerpo, el esqueleto está lejos de ser aterrador. Al contrario, es un elemento de lo más necesario para que podamos mantenernos erguidos y desplazarnos a voluntad. Además, los huesos protegen órganos blandos y delicados como el cerebro y, en su interior, albergan la médula ósea, productora de las tan importantes células sanguíneas. En definitiva, un esqueleto sano tiene poco de espeluznante. Eso sí, un esqueleto dañado resulta, como mínimo, preocupante.

Las enfermedades que afectan a la integridad ósea tienen un impacto muy negativo sobre la calidad de vida, puesto que aumentan considerablemente el riesgo de fracturas. Una de las enfermedades óseas más frecuentes es la osteoporosis, que afecta especialmente a personas mayores. La osteoporosis se caracteriza por un descenso de la masa ósea que hace que los huesos se vuelvan frágiles, por lo que el soporte estructural que ofrece el esqueleto se ve comprometido. Esto sucede por un desequilibrio entre los dos procesos responsables de mantener la integridad del hueso.

Osteoblasto versus osteoclasto

Dos clases de células son las encargadas de mantener la integridad del hueso: osteoblastos y osteoclastos. Y sí, solo por el nombre es bastante difícil diferenciar a una de otra, ni que fuesen los gemelos Tweedle Dee y Tweedle Dum de Alicia en el País de las Maravillas. Pero lo cierto es que no podrían tener funciones más distintas.

Los osteoblastos, con B de “bueno, será mejor ponernos a fabricar un poco de hueso”, son las responsables de formar nuevo hueso. Por tanto, juegan un papel muy importante en el crecimiento y el desarrollo. Entre otros factores, la vitamina D contribuye al correcto funcionamiento de los osteoblastos. De ahí que unos niveles adecuados de esta vitamina sean importantes para la salud de nuestros huesos.

Por otro lado, los osteoclastos con C de “creo que voy a eliminar un poco de hueso”, son responsables de la resorción ósea. Es decir, se encargan de eliminar tejido óseo. Dicho así puede sonar hasta malvado, porque, con lo importante que es el hueso, ¿para qué lo van a destruir estas células? Pues resulta que, además de tener función de sostén, el hueso sirve como almacén de sustancias como el calcio o el fósforo, que son necesarios para muchas de las reacciones químicas que tienen lugar en todas las células del cuerpo. Así que los osteoclastos intervienen cuando el cuerpo necesita estos minerales que se almacenan en el hueso. Estás células provienen de los macrófagos, un tipo de células del sistema inmunitario.

El hueso es, por tanto, un tejido vivo en constante remodelación. Cuando ambos tipos de células, osteoblastos y osteoclastos, funcionan correctamente, no hay ningún problema. No obstante, en determinadas ocasiones los osteoclastos se emocionan demasiado y destruyen más hueso del que se forma. Así es como se originan patologías como la osteoporosis.

En busca de nuevos tratamientos

Los tratamientos frente a la osteoporosis están enfocados a frenar la acción desenfrenada de los osteoclastos. Los más habituales son los bifosfonatos y el denosumab. Los bifosfonatos inhiben la resorción ósea porque impiden que los osteoclastos funcionen correctamente. Por su parte, el denosumab impide la diferenciación de los macrófagos a osteoclastos. 

Aunque resultan bastante eficaces para frenar la destrucción de hueso, ambos fármacos no están exentos de efectos secundarios. Curiosamente, uno de estos efectos secundarios es precisamente que pueden acabar dañando algunos huesos. En concreto, el fémur. Si bien es cierto que el riesgo de fractura del fémur es algo poco habitual, hace que sea necesario controlar constantemente la salud del paciente y, en ocasiones, incluso detener el tratamiento. Por eso, se siguen buscando nuevas estrategias terapéuticas para mejorar la calidad de vida de las personas con osteoporosis.

Precisamente en la búsqueda de nuevas dianas terapéuticas se ha centrado una investigación reciente. Para ello, han estudiado en detalle el proceso de diferenciación del macrófago a osteoclasto. Partían de una base bastante sólida, ya que se conoce bastante bien la principal proteína implicada en el proceso: RANKL. El denosumab actúa justamente bloqueando a esta proteína, por lo que impide que el proceso de diferenciación se complete y reduce la proporción de osteoclastos disponibles para eliminar tejido óseo.

En esta ocasión, se ha querido ir más allá de RANKL, explorando otras proteínas que pudiesen estar implicadas en el proceso. Y así es como han encontrado a Ctdnep1, que tiene justo el papel contrario, puesto que de forma natural bloquea la diferenciación. Es decir, la activación de RANKL sería como pisar el acelerador de la generación de osteoclastos, y activar Ctdnep1 vendría a ser pisar el freno.

Conocer el papel que juega Ctdnep1 en este proceso nos proporciona una nueva herramienta para, en un futuro, desarrollar nuevos fármacos frente a la osteoporosis y otros trastornos en los que la actividad de los osteoclastos es excesiva, como la artritis reumatoide o las metástasis óseas. Mientras tanto, para cuidar de la salud de nuestros huesos es clave practicar actividad física, llevar una dieta adecuada y evitar el consumo de alcohol y tabaco

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