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En colaboración con ITA

gazapos de ciencia y cine

‘Indiana Jones y el dial del destino’: un arqueólogo achacoso a la deriva no podía saberlo

La cuestión que nos ha traído hasta la Grecia Clásica es: si el dial marca el año 1939 como destino, a Indy no le salen las cuentas.

Fotograma de la película ‘Indiana Jones y el dial del destino’ (James Mandgold, 2023).
Fotograma de la película ‘Indiana Jones y el dial del destino’ (James Mandgold, 2023).
Walt Disney Pictures

En 1969, un achacoso Indiana Jones al borde de la jubilación tiene que unir sus fuerzas con su ahijada Helena para evitar que el astrofísico nazi Jürgen Voller se haga con la anticitera, la legendaria máquina creada por Arquímedes que permite transportarse en el tiempo, y la use para revertir la historia.

Descubre el gazapo científico que se esconde en este diálogo de la película ‘Indiana Jones y el dial del destino’ (‘Indiana Jones and the dial of Destiny’), dirigida en 2023 por James Mandgold, con guion de Jez Butterworth, John-Henry Butterworth, el propio Mangold y David Koepp, y con Harrison Ford (Indiana Jones), Mad Mikkelesen (Dr. Jurgen Voller) y Phoebe Waller Bridge (Helena Shaw), entre otros, en el reparto. 

El diálogo

  • ¡La deriva continental! –exclamó Indy para advertir a sus captores–: ¡la deriva continental! Arquímedes desconocía la deriva continental. No podía saberlo. Aún no se había observado. Os equivocáis de rumbo. Esas coordenadas (de latitud y longitud) se basan en puntos de referencia que llevan dos mil años moviéndose. Podríais desviaros 10 grados… ¡Vuestros cálculos están mal! No sé adónde vamos, pero le aseguro que no es 1939.
  • Es Sicilia. En 1939 –anunció triunfante el Dr. Voller tras ejecutar el ‘salto’–: lo conseguí Dr. Jones.
  • Pero la realidad era otra:
  • –Increíble. Hay que dar la vuelta. Es el asedio de Siracusa. En el 214 a.C. ¡Es otra guerra! –advirtió Indy

El gazapo

¡Ay, Indy! Quién te ha visto y quién te ve –la respuesta soy yo y, como yo, toda una generación o varias que crecimos idolatrándote y soñando con ser arqueólogos–. Pero lamentablemente los años pasan para todos. Para mí, que acabé siendo divulgador científico en lugar de intrépido buscador de reliquias; pero también para ti, que has devenido en achacoso profesor al borde de la jubilación y ya bastante oxidado. Tanto física como intelectualmente. Porque me resisto a creer que el Indiana de mi juventud hubiese incurrido en un error así. Aunque, por otro lado, también quiero pensar que tal vez no sea un fallo achacable a la edad, sino una treta inspirada por la experiencia de que instalar la duda en la mente del adversario es la mejor forma de debilitar su lealtad a sus superiores ideales. Pero basta de divagar como un viejo profesor nostálgico del pasado y centrémonos en el gazapo.

Huelga decir que ni yo ni el Dr. Jones ni su archienemigo nazi ni los guionistas del filme sabemos cómo funcionaba el proclamado dial del destino, cuál es el mecanismo por el que operaba la anticitera, la legendaria máquina arquimediana que, reinterpretada por Hollywood, permitiría viajar en el tiempo. 

Pero lo que sí sé, y que también deberían saber Indy, su antagonista alemán y los responsables del guion, es que tendrían que haber pasado bastantes más de 2.000 años para que la deriva continental provocase una desviación de hasta 10º en la latitud y/o la longitud del destino previsto. 

Vayamos por partes: mientras que un grado de latitud es prácticamente constante y equivale a poco más de 110 km, los grados de longitud varían atendiendo, precisamente, a la latitud a la que nos encontremos. Así, un grado de longitud en el ecuador equivale a unos 111 km, en tanto que a 40º de latitud (norte o sur), como el perímetro a esa altura es menor, cada grado equivale a unos 85 km. Dicho lo cual, y puesto que Siracusa se ubica a 37º de latitud muy próxima a la segunda referencia, entonces podemos asumir que equivaldría a esos 85 km. Y no nos hace falta ser más precisos. 

El motivo es que la deriva continental (o mejor, la tectónica de placas, que es el nombre que recibe la moderna teoría heredera de aquella) afirma que las placas tectónicas –y, en consecuencia, las tierras firmes sobre ellas– se desplazan unas respecto a otras. Eso sí, un desplazamiento apenas perceptible y cifrado en unos pocos centímetros anuales. Así pues, incluso suponiendo que este movimiento fuese de 10 cm/año, al cabo de esos dos milenios Siracusa se habría desplazado 20.000 cm… o 200 metros que, como resulta evidente, no son ni de lejos 10º de desviación. Que, a esa latitud, supondrían un desplazamiento de unos 850 km. O 425 m al año.

El destino del Dr. Jones

Que el Dr. Jones es ya un profesor desfasado y que lo mejor que puede hacer es jubilarse se constata en que el de la excesiva desviación calculada no es el único gazapo. 

Porque el viejo profesor alude a la deriva continental, la teoría enunciada en 1912 por el geofísico alemán Alfred Wegener para justificar la forma de las costas de los continentes y la presencia de fósiles y especímenes animales y vegetales similares e incluso idénticos en continentes distintos y distantes. Pero en 1969 dicha teoría ya había sido sustituida por la téctonica de placas –que sostiene que la corteza terrestre está dividida en una veintena de placas o secciones que se desplazan entre sí impulsadas por las corrientes de convección generadas en el manto–. Postulada como una explicación a la anterior apenas unos años antes y basada en pruebas y datos experimentales. Algo a lo que cualquier miembro del mundo académico no debería ser ajeno… Salvo que ya estuviese pensando en su retiro.

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