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Inteligencia artificial: ¿sueñan los coches con un futuro sin víctimas de tráfico?

De la conducción cooperativa basada en la conectividad a la inteligencia artificial y la conducción autónoma.

Ilustración sobre vehículos autónomos, detección del entorno y redes neuronales.
Ilustración sobre vehículos autónomos, detección del entorno y redes neuronales.
Anton Grabolle / Better Images of AI / CC-BY 4.0

La potencia de cálculo un vehículo actual es cien millones de veces superior a la que usó el Apolo 11 para llevar a Armstrong, Aldrin y Collins a la Luna. Los automóviles modernos piensan y hablan entre sí, auscultan la vía en tiempo real, detectan el estado de salud y de ánimo de sus ocupantes… Pero la inteligencia, ya sea artificial o natural, sirve de poco si no está al servicio del verdadero progreso social y humano, y las personas somos responsables de que los coches del futuro superen nuestras limitaciones e imperfecciones. ¿Sueñan ya los coches con un futuro sin víctimas de tráfico? 

Al rescate

Perdonen mi edad, porque muchos lectores quizás ni siquiera la hayan visto o, incluso, ni siquiera hubieran nacido cuando se estrenó en 1968, pero, muy probablemente, la icónica película ‘2001: una Odisea en el Espacio’, con un guion escrito por Arthur C. Clarke a partir de un relato corto también suyo del año 1948 titulado ‘El centinela’ y con la dirección de Stanley Kubrick sea una de las primeras obras cinematográficas en mostrar una computadora de inteligencia artificial, encargada de la navegación y el control general de la nave espacial y llamada HAL 9000.

Ahora, 56 años después de su papel de protagonista virtual en dicha película, la inteligencia artificial puede venir al rescate de una de las principales lacras a nivel mundial de las últimas décadas y todavía en la actualidad: las lesiones producidas como consecuencia del tráfico vial. Dichas lesiones provocan actualmente la muerte de alrededor de 1.190.000 personas cada año y son la principal causa global de fallecimiento en niños y jóvenes de entre 5 y 9 años. En España, son alrededor de 1.750 las personas que mueren cada año en el tráfico y se estima que, por cada fallecido, una media de 11 familiares, cuatro amigos cercanos y otros alrededor de 55 amigos lejanos y conocidos sufren también las consecuencias de dicha tragedia, por no citar otros cinco heridos graves y su ‘cadena de dolor’ por cada víctima mortal.

Imaginemos, y esto es ya más realidad que ficción, que ahora la inteligencia artificial (IA) pudiera evitar todo este sufrimiento y coste humano y social. Pensemos en un sistema vial que prevea el error humano y contrarreste sus efectos. Coches a prueba de siniestros que hagan posible un sistema de transporte en nuestras calles y carreteras realmente sostenible y humano. Muy probablemente, estamos cerca de ello.

Los vehículos modernos reducen ya el riesgo de sufrir una lesión grave y mortal en un 50%, pero lo mejor está sin duda por venir.

La conducción cooperativa basada en la conectividad y la inteligencia artificial permitirá en los próximos años –con la condición de que haya renovación de la flota de vehículos, eso sí– erradicar factores de riesgo tan importantes como las distracciones, la somnolencia, el alcohol al volante, las violaciones de las normas de seguridad… Ello hará que la incomprensible tragedia humana y cotidiana sea cosa del pasado. También ayudará a reducir costes directos para los conductores y, por ejemplo, el seguro se tarificará según dichos parámetros de conducción y en tiempo real: "Enhorabuena, gracias a tu conducción más segura a lo largo de tu desplazamiento entre Zaragoza y Madrid, hoy has acumulado 5 euros de descuento en el seguro", nos dirá nuestro coche dentro de pocos años aplicando el concepto de ‘paga según conduzcas’ ya disponible (en inglés, Pay How You Drive o PHYD).

La IA, por supuesto, no está exenta de retos o, más claramente, de riesgo. Su impacto sobre el mercado de trabajo es uno de ellos, no estando claro todavía si los nuevos puestos de trabajo creados a su albor compensarán la previsible pérdida, o reconversión, de empleo en numerosos, por no decir todos, sectores, incluido por supuesto el sector de la movilidad y el transporte.

Un vehículo actual escaneando la carretera, según la inteligencia artificial de Copilot de Microsoft
Un vehículo actual escaneando la carretera, según la inteligencia artificial de Copilot de Microsoft

¿De quién son los datos?

La propiedad de los datos generados por los vehículos es otro de los temas abiertos: en el año 2014, casi en la antigüedad podríamos decir, la consultora McKinsey ya calculaba que los vehículos tenían una capacidad de cálculo equivalente a 20 ordenadores portátiles, utilizando alrededor de 100 millones de líneas de código de programación y procesaban hasta 25 Gb de datos ¡cada hora! ¿De quién es toda esa ingente masa de datos: del conductor que los genera, del propietario del vehículo, de su constructor, del ayuntamiento que le permite circular por sus calles…?

También la ciberseguridad es un aspecto crítico, para que no suceda como en la película ‘Yo, robot’, en la que Will Smith tiene que enfrentarse al hackeo o secuestro de los mandos de su vehículo en una de las escenas más memorables de dicha obra cinematográfica, basada como sabemos en un excelente libro de Isaac Asimov del año 1950 en donde se postularon por primera vez las tres leyes fundamentales de la robótica.

Como en ‘Oppenheimer’, la ganadora de los últimos premios Óscar, y al igual que también sucede en la saga de películas ‘Terminator’ iniciada en el año 1984 por su escritor y director James Cameron y protagonizada desde entonces hasta la última entrega del año 2019 por Arnold Schwarzenegger y Linda Hamilton, todavía está por ver si la IA salvará a la humanidad de sus errores y nos ayudará a superar con éxito retos como la inseguridad vial. Pero la oportunidad está delante de nosotros y deberíamos poder aprovecharla. La inteligencia artificial son datos, algoritmos, aprendizaje y, sobre todo el uso que le demos a todo ello: ¿estará la humanidad a la altura de los desafíos actuales?

Un coche lee la carretera en un entorno nevado.
Un coche lee la carretera en un entorno nevado.
IA de Copilot de Microsoft

El coche que sabía leer la carretera

Automóviles con Chat GPT en los que el conductor puede pedir a su coche que le cree y le lea un relato corto o le ofrezca una determinada receta para cocinar al llegar a su casa. Se trata únicamente de una de las últimas innovaciones del vehículo inteligente o conectado (dos conceptos relacionados, pero no equivalentes) que ya está en los concesionarios. Disponer de un acompañante tecnológico en forma de inteligencia artificial será muy útil para evitar la peligrosa somnolencia al volante y mantener al conductor alerta en determinadas circunstancias, pero recordemos que nunca debería distraerle ni restarle capacidad de reacción en caso de un imprevisto.

Los vehículos actuales ya recopilan, analizan y transmiten más de 300 parámetros diferentes de la conducción. Detectan ya cuando un conductor está distraído a través de alteraciones en los patrones de giro del volante (la dirección se vuelve más imprecisa), la velocidad con la que se actúa sobre el acelerador o el freno, los cambios de velocidad, etc. También son capaces de, utilizando el movimiento de los amortiguadores, escanear la carretera y compartir con el titular de la vía datos sobre baches o la irregularidad del asfalto o, mediante las lecturas de las cámaras de visión artificial, comprobar si las señales de tráfico o las líneas en la calzada han perdido sus características de retrorreflexión por la noche, de modo que dicho titular pueda realizar el correspondiente mantenimiento preventivo. O, un ejemplo más, avisar de las horas del día y las ubicaciones concretas en donde es posible sufrir un deslumbramiento durante el amanecer o el anochecer.

Fundación Mapfre llama a esta información ‘datos para la vida’ puesto que sin duda van a ayudar a prevenir un gran número de lesiones de tráfico. Un análisis de dicha fundación de datos de vehículos compartidos o de ‘sharing’ permitió determinar que alrededor del 10% de todo el periodo de conducción se realiza superando los límites de velocidad. Gracias a la geolocalización de dichos datos, es posible identificar los lugares con mayor peligro para la conducción. 

Esta capacidad de análisis existe ya en todos los vehículos conectados como vehículos de ‘sharing’, transporte público, taxis, VTC, flotas de administraciones públicas y de empresas privadas, alquiler de coches, ‘renting’, ‘leasing’… Otro estudio anterior de Fundación Mapfre y Cesvimap demostró que si no hubiera excesos de velocidad, se podría reducir el número de fallecidos en alrededor de un 20%: unas 350 personas que podrían seguir su vida cada año.

Datos para entrenar a los conductores

La explotación de los datos masivos de la conducción serviría para ‘entrenar’ también a los propios conductores, de modo que fueran más conscientes de su comportamiento al volante y más respetuosos con el cumplimiento de las normas más básicas de la seguridad vial. Pero la realidad es que ‘miramos hacia otro lado’, a costa de ‘unas pocas vidas’, para no parecer que estamos en la novela política de ficción distópica de George Orwell ‘1984’, publicada en el año 1949 y llevada al cine precisamente en 1984, y en la que se muestra una sociedad represiva donde se manipula la información y se practica la vigilancia de todas y cada una de las acciones de los ciudadanos.

La ética de las máquinas

Hay pocas actividades cotidianas con tanta carga moral o ética como la conducción de vehículos a motor. Sentarse tras el volante de un coche, una furgoneta, un autobús, un camión o una motocicleta constituye sin duda una de las pocas actividades, por no decir la única, en las que la mayoría de las personas podemos provocar un daño irreparable a otras a lo largo de un día normal de nuestras vidas: un error al volante, un despiste, una infracción… puede causar la muerte de otra persona o la nuestra propia. En el tráfico vial, negociamos velocidad o tiempo de desplazamiento a cambio de vidas; esa es la realidad. Hemos aceptado esa responsabilidad distribuida individual y la hemos diluido hasta normalizarla y restarle importancia: "El precio del progreso", como hace años tristemente les dijeron a representantes de una asociación de víctimas.

Pero ¿qué pasa cuando alguien, normalmente un ingeniero o una ingeniera de ‘software’ que debe traducir a lenguaje de programación determinados parámetros definidos por los diseñadores, escribe un código que debe decidir, en el peor de los casos, entre continuar recto y atropellar a un peatón que cruza la vía o esquivarlo, chocar contra un muro y provocar la muerte de su conductor? Este fue el objetivo del experimento ‘Máquina moral’ (en inglés, ‘Moral Machine’) realizado a finales de la pasada década por investigadores de, entre otros centros, el MIT, en Estados Unidos, o la Escuela de Economía de Toulouse, en Francia

El resultado final es que era ‘mejor’ atropellar a una persona anciana con un bastón que a una joven madre con un carrito de bebé, una conclusión que, en otra cultura o en otro contexto, podría ser diferente. Las máquinas nunca deberían plantearse ese tipo de dilemas.

Casi 70 años de avances

El término ‘inteligencia artificial’ forma ya parte de nuestras vidas. Aunque sus orígenes tienen ya casi 70 años y se remontan a un curso de verano celebrado en el año 1956 en el Darmouth College en Hanover, en el estado de New Hampshire en Estados Unidos y, en concreto, al entonces joven profesor ayudante de Matemáticas John McCarthy y a varios de sus colegas.

Muchas de sus aplicaciones tampoco son realmente nuevas, puesto que forman parte del campo conocido como sistemas inteligentes de transporte (o, en inglés, Intelligent Transport Systems, ITS). Los ITS se vienen aplicando desde las últimas décadas para la gestión y optimización del tráfico de vehículos rodados y otros modos de transporte. Cámaras de tráfico, sensores embebidos en el asfalto, datos de vehículos flotantes, paneles de mensaje variable, carriles reversibles, centros avanzados de control, gestión tarifaria integrada, sistemas ADAS de ayuda a la conducción…, todo ello son ejemplos habituales que nos ayudan todos los días a mejorar la fluidez del tráfico, la seguridad vial y la accesibilidad.

Jesús Monclús Director del Área de Prevención y Seguridad Vial de Fundación Mapfre

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