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Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Bio, bio, ¿qué ves'

Comprendiendo la relación entre la genética y la esperanza de vida

La predisposición genética a tener una mayor fuerza muscular podría relacionarse con una mayor esperanza de vida, de acuerdo con un estudio reciente.

El ejercicio físico ayuda a mantener la masa muscular.
El ejercicio físico ayuda a mantener la masa muscular.
Briandilg

Quizá a causa de las películas y series de ciencia ficción, tendemos a pensar en las mutaciones como algo negativo. Un cataclismo nuclear te causará mutaciones que te convertirán en un monstruo horrible con tentáculos en lugar de ojos, nos cuentan esas historias de las que disfrutamos, cubo de palomitas en mano. Esto es algo que dista mucho de la realidad, aunque, como toda buena historia, se basa en algo de verdad. Aunque esta verdad ha pasado por tal sesión de maquillaje que cuesta reconocerla, todo sea dicho.

Llamamos mutación a cualquier cambio que sufre nuestro ADN. También podemos hablar de variantes genéticas, términos que vienen a ser sinónimos. Podemos pensar en el ADN como el gigantesco manual de instrucciones que sirve para darnos forma. En cada página de este manual encontramos una guía detallada para fabricar cada una de las piezas que nos constituye y nos hace ser quienes somos.

Supón ahora que en una de esas páginas encontramos la siguiente frase: "Doblar tres veces sobre sí mismo". Una mutación sería el equivalente a cambiar cualquiera de las palabras de esa frase. Por ejemplo, un error de imprenta podría recoger la frase "doblar seis veces sobre sí mismo". Esto sería un problema grave, porque el resultado no sería el mismo. Hablaríamos entonces de una mutación perjudicial, que es a la clase de mutación a la que estamos más acostumbrados. Las mutaciones perjudiciales no nos convierten en criaturas de terror, sino que nos pueden producir enfermedades como el cáncer.

No obstante, no todos los cambios de esa hipotética frase tienen como consecuencia un cambio radical en su resultado. Por ejemplo, cambiar ‘doblar’ por ‘plegar’ no alteraría en absoluto el significado. En el caso de las mutaciones, este cambio en la secuencia del ADN no tendría efecto ni negativo ni beneficioso, al menos en un contexto concreto.

En resumen, una mutación no tiene por qué ser necesariamente mala. De hecho, algunas incluso pueden ser beneficiosas. Quienes disfrutamos sin problemas de un latte, un helado o una porción de tarta de queso, debemos agradecérselo a una variante genética que nos distingue del resto de mamíferos adultos, que pierden la capacidad de digerir la leche al crecer. Y este no es el único cambio en nuestro ADN que podría proporcionarnos beneficios.

Variantes genéticas que nos hacen más fuertes, ¿nos ayudan a vivir más y mejor? De acuerdo con un estudio reciente, ciertas variantes genéticas podrían contribuir a que, de forma natural, gocemos de una mayor fuerza muscular. Que nuestros músculos sean fuertes es importante en todas las etapas de la vida, pero especialmente conforme envejecemos. Cuando nos hacemos mayores, nuestra fuerza muscular va disminuyendo, lo que aumenta el riesgo de caídas y fracturas. Esta situación, que es natural e inherente al envejecimiento, se denomina sarcopenia y puede afectar muy negativamente a la calidad de vida.

Sobre la fuerza muscular influyen muchos factores, la mayoría de ellos relacionados con el estilo de vida. Mantenernos activos y llevar una dieta adecuada contribuyen a la fuerza de nuestros músculos, algo vital para llegar a la tercera edad hechos un roble. Pero no solo el estilo de vida afecta a nuestros músculos: también ese libro de instrucciones llamado ADN tiene algo que decir.

En este estudio se han analizado muestras de 342.443 personas de Finlandia con edades comprendidas entre los 40 y los 108 años. Un número de muestras más que adecuado para sacar conclusiones robustas. De estos 342.443 voluntarios, el 53% eran mujeres, para así garantizar que se tenía en cuenta la posible influencia del sexo sobre los datos recogidos.

Los investigadores observaron que ciertas variantes genéticas, que predisponían a contar con una mayor fuerza muscular, se correlacionaban con un menor riesgo de algunas enfermedades no transmisibles, como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, la poliartrosis o la demencia vascular, y, en general, con una mayor esperanza de vida. Esto, según opinan, podría ser de ayuda para identificar a aquellas personas que tengan un mayor riesgo de padecer esta clase de trastornos de acuerdo a su genética, para así poner en marcha programas de prevención lo antes posible.

Este trabajo tiene algunas limitaciones, eso sí. La primera de ellas es que todas las muestras de estudio provenían del mismo país, por lo que debemos ser cautos a la hora de extrapolar estos datos a la población mundial. La segunda, que abre más preguntas que las que resuelve. Por ejemplo, con este estudio no se explora la relación que tienen la genética y el estilo de vida. Es decir, hoy por hoy con esta información no podemos tener claro cómo el estilo de vida puede influir sobre nuestra predisposición genética a tener un riesgo menor de padecer esos trastornos. Es más, ¿hasta qué punto influye la genética? ¿Una persona con estas variantes genéticas ‘protectoras’ podría llevar un estilo de vida completamente sedentario y tener la fuerza muscular de mil titanes? Permíteme que lo dude.

En definitiva, esta investigación sirve para recordarnos que las mutaciones no tienen por qué ser perjudiciales. Al contrario, incluso podrían darnos cierta ventaja. Eso sí, en cuestión de salud, mejor no dejarlo todo en manos de la genética y cuidarnos mucho con una buena alimentación, estando bien hidratados y llevando una vida activa.

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