Sociedad

Gazapos de cine

¿Alguna vez has oído algo de las ballenas cantoras de la fosa de las Marianas?

Encuentra el error científico presente en este diálogo de la película 'Velvet Buzzsaw'.

Fotograma de la película 'Velvet Buzzsaw', dirigida por Dan Gilroy en 2019.
Netflix

Desengáñate, si en alguna ocasión tienes la oportunidad de hacer una inmersión hasta la fosa de las Marianas, no verás ballenas. Aunque sí se pueden oír sus cantos. Como en la impactante perfomance 'Mysticete'; que 'obliga' a descubrir cómo el gradiente de temperatura y presión, al descender en el océano, favorece el viaje de las ondas sonoras a muchos kilómetros de distancia de la fuente emisora… aunque sea porque al guionista le ha sonado la flauta.

Josephina, una ambiciosa joven que trabaja en una galería de arte, encuentra por casualidad la increíble colección de cuadros de su viejo vecino y artista clandestino que acaba de fallecer. Una subyugante obra que Josephina comienza a exponer y vender con la colaboración de su jefa Rhodora y el crítico de arte Morf Vandewalt, a pesar del expreso deseo del autor de que sus cuadros no le sobrevivieran.

Encuentra el gazapo científico en este diálogo de la película 'Velvet Buzzsaw', dirigida por Dan Gilroy en 2019.

El diálogo

-Lilith Venlandingham está impactando el mundo con sus revolucionarias exposiciones sonoras. El año pasado ganó el premio June Paik. Su última obra se llama 'Mysticete' -explicó el conservador de la galería de arte al reputado crítico de arte Morf Vandewalt, temido por sus destructivas críticas-: lo hemos dispuesto todo para que lo disfrute a solas.
Y añadió, antes de dejarle solo: 'Mysticete' es una sinfonía de cánticos de ballenas grabados a 6 km bajo el mar, en las fosas Marianas ¿Está preparado?

El gazapo

¿Preparado?… ¿preparado para qué?, ¿para aclarar que ni las fosas Marianas se localizan a 6 km de profundidad ni tampoco se encuentran ballenas a semejantes profundidades? Si no queda otro remedio…

La fosa (o fosas) de las Marianas es una inmensa zanja que fractura el fondo del océano Pacífico y que forma parte del sistema de fosas oceánicas que se presentan en la zona de contacto entre dos placas tectónicas. Localizada entre Hawaii y Filipinas, la de las Marianas se presenta como una descomunal grieta que se extiende a lo largo de más de 2.500 km, con una anchura media de 69 km y una profundidad media de 10 km, con el denominado Challenger Deep como punto más profundo, ya que su fondo se sitúa a más de 11.000 metros. Pero…

Corte de la Fosa de las Marianas

…pero tal como se puede observar en este gráfico, en sentido estricto la fosa de las Marianas se abre a unos 6 km de profundidad. O, lo que es lo mismo, esos 6 km constituyen el límite o borde superior de la grieta. Lo que supone que las ballenas cantoras de Mysticete lo único que verían de la Fosa es una insondable abertura de la que no se vislumbra el fondo -entre otras razones porque a semejantes honduras ya hace mucho que ha dejado de penetrar la luz del sol-.

Para acabar de zanjar -nótese el juego de palabras- la cuestión, la situación es equivalente a coger agua de un pozo artesiano. Nunca diríamos que el pozo tiene la misma profundidad a la que nos encontramos nosotros. Más que nada porque nosotros estamos en la superficie.

Aunque este punto en realidad es el menor de los problemas o inconsistencias que plantea la impactante 'Mysticete'. Porque el verdadero gazapo está en que, hasta donde se sabe, las ballenas no alcanzan ni de lejos semejantes profundidades. De hecho, el récord de inmersión cetácea, se sitúa a poco menos de 3.000 metros bajo la superficie marina, a cargo de un pequeño grupo de ballenas picudas de Cuvier. Siendo el segundo puesto para los cachalotes, que también se sumergen a profundidades en torno a los 2.000 m. Lo cual, por otra parte, ya descalifica incluso el título de la obra. Y es que las ballenas picudas o zifios de Cuvier pertenecen al orden Odontocete, o ballenas dentadas; al igual que los cachalotes. Mientras que son las ballenas barbadas las que capitalizan el orden Mysticete.

Pero ya sean del orden Odontocete o Mysticete, el problema con el que tienen que lidiar las ballenas que se atrevan a acometer semejantes inmersiones es que son mamíferos, lo que supone que poseen pulmones: dos órganos a modo de sacos donde acumulan el oxígeno que captan en la superficie y con eso tienen que aguantar hasta que vuelvan a emerger. Y el inconveniente de los pulmones ya no es solo su capacidad finita, que al fin y al cabo es bastante en el caso de las enormes ballenas. La verdadera limitación es que estos sacos no son rígidos; son flexibles, a fin de poder expandirse o hincharse como un globo y así capturar el máximo de aire. Por contra, eso también implica que se pueden comprimir al aumentar la presión externa. Y a 6.000 metros de profundidad, la presión es hasta mil veces mayor que en la superficie.

Aunque, de hecho, no hace falta descender tanto: a tan solo 200 metros bajo el nivel del mar la presión es lo suficientemente grande como para que los pulmones de humanos y ballenas colapsen o, dicho de un modo coloquial, comiencen a 'sunsirse' cual odre vacío. Pero incluso antes de que eso llegue a suceder -es decir, antes de descender tanto- la creciente presión puede provocar que parte del gas nitrógeno presente en el aire contenido en los pulmones se disuelva en la sangre, lo cual supone un tremendo riesgo si luego el ascenso se realiza demasiado rápido, ya que este nitrógeno puede dar lugar a la formación de burbujas en el torrente sanguíneo que resultan fatales.

A diferencia de otros mamíferos menos preparados para la vida submarina como podemos ser nosotros, las ballenas han desarrollado un mecanismo que elimina este riesgo y las capacita para sumergirse más allá de esos escasos 200 metros: expulsan todo el aire acumulado en los alveolos pulmonares, esto es, vacían por completo sus pulmones -los colapsan voluntariamente- transfiriendo toda la carga de oxígeno al torrente sanguíneo y a los músculos, con lo que se aseguran el suministro y eliminan el riesgo de formación de burbujas de nitrógeno durante el ascenso. Algo que pueden hacer gracias a que su sangre dispone de mucha más hemoglobina y mioglobina –las moléculas portadoras del oxígeno- que, por ejemplo, la nuestra; lo que facilita que almacenen el suficiente oxígeno para descender hasta esas profundidades y permanecer mucho tiempo bajo la superficie. Además, ralentizan su ritmo cardíaco -al no tener que bombear constantemente sangre a través de los pulmones para asegurar el suministro de oxígeno, pueden hacerlo- e incluso limitan el flujo sanguíneo a determinadas partes de su enorme cuerpo.

Así pues, la única explicación posible para que la naturaleza de la sinfonía 'Mysticete' conserve su credibilidad es suponer que lo que se ha grabado no han sido a ballenas cantando a esa profundidad, sino el canto de dichas ballenas con micrófonos dispuestos en el límite superior de la fosa Mariana y aprovechando que estas 'canciones' se escuchan a distancias de hasta 30 km con respecto a la fuente

Ello es debido a que el sonido, las ondas sonoras, viajan a mucha mayor velocidad y distancia en el agua que en el aire. Y de hecho, un factor clave en esto es la creciente presión: conforme esta aumenta, las moléculas de agua están más comprimidas, más apretujadas; lo que facilita el viaje de las ondas mecánicas, como lo son las sonoras, y en consecuencia, tanto su velocidad de desplazamiento como la distancia hasta la que alcanzan a percibirse.

Aún hay otro factor que determina la velocidad y la distancia a la que se transmite el sonido en el océano: la temperatura; o de nuevo y para ser más rigurosos, el gradiente o variación de la temperatura conforme se desciende en la masa de agua. Según descendemos en el océano, el agua cada vez está más fría, lo que ralentiza las ondas sonoras –oponiéndose a la aceleración que provoca presión-. Pero este descenso de la temperatura solo se da hasta una cierta profundidad, hasta la termoclina. A partir de entonces y a pesar de que sigamos descendiendo la temperatura se mantiene estable. Por lo que la velocidad del sonido aumenta al hacerlo también la presión.

Esta doble y antagónica influencia da lugar a un curioso efecto: a medida que las ondas sonoras viajan a través del agua, su velocidad disminuye al aumentar la profundidad (prima el factor temperatura), lo que hace que las ondas sonoras se refracten (se desvíen o cambien de dirección) hacia abajo. Al llegar a la termoclina, la velocidad del sonido alcanza su mínimo. Pero al atravesar este límite, la presión sigue aumentando, por lo que las ondas sonoras vuelven a ganar velocidad y con ello se refractan en sentido contrario, es decir, hacia arriba. Hasta volver a alcanzar la termoclina, donde la velocidad vuelve a ser mínima y otra vez se refractan hacia abajo. Esto se traduce en el establecimiento, por debajo de la termoclina, de lo que se conoce como canal de sonido por el que el sonido recorre enormes distancias. Gracias a ello si se colocan micrófonos a la profundidad adecuada, se puede captar el canto de las ballenas entonado a muchos kilómetros.

Debajo de la termoclina existe un 'canal de sonido' por donde este recorre enormes distancias
Así se comportan las ondas sonoras en este particular 'canal de sonido'

¿Sabía esto la revolucionaria artista Lilith Venlandingham?, ¿o acaso lo que ha sonado ha sido la flauta y no las ballenas?

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