Sociedad

Gazapos científicos de cine

Proyecto Rampage. Eso del método de edición genética Crispr te tiene que sonar…

La concesión del premio Nobel de química a las creadoras del método Crispr es un buen motivo –o excusa– para visionar esta película, en la que queda meridianamente claro que es una revolucionaria técnica para editar el material genético, pero no para editar guiones sobre genética.

Cartel de la película ‘Proyecto Rampage’ (Brad Peyton, 2018).
New Line Cinema, Wrigley Pic.

El diálogo de película

"–Dos especies diferentes recorriendo esa distancia de forma coordinada no pasa sin más –argumentó el primatólogo David Okome, dirigiéndose al responsable militar de la operación–: Coronel, deben ser conscientes de que ya no son un lobo y un gorila. Un lobo y un gorila se atacarían el uno a otro, No avanzarían en línea recta hacia el mismo destino.

–¿Qué hacen entonces? ¿Y por qué se dirigen a Chicago?

–Porque les están llamando –intervino la doctora Kate Caldwell–. Cuando estaba en Energene, trabajamos con ADN de murciélago. Los Wyden estaban obsesionados con desarrollar comunicación vía sonar. Y parece que les ha dado resultado. Energene debe de estar emitiendo algún tipo de señal para atraerles allí. Los animales harán lo que sea para llegar hasta la señal y detenerla.

Poco antes, la malvada Claire Wyden le explicaba a su hermano Brett cómo iban a atraer a las supercriaturas hacia la sede de su empresa:

–Para traerlos aquí, el patógeno también ha reprogramado al sujeto para que reaccione a ondas de baja radiofrecuencia. Por suerte, este edificio tiene una de las antenas con más alcance del mundo. Ahora solo tenemos que activar la señal y esas criaturas harán lo que sea con tal de llegar aquí".

El gazapo

Lo del sonar te tiene que sonar… y no precisamente bien. En primer lugar, los murciélagos no tienen un sonar propiamente dicho; dado que sonar no es más que un acrónimo del inglés ‘sound navigation and ranging’ (es decir ‘navegación y localización por sonido’), acuñado por el ser humano a principios del siglo XX para designar a esa nueva tecnología. Y para entonces los murciélagos ya llevaban unos cuantos millones de años pululando por aquí. Una tecnología, eso sí, inspirada en el sistema de ecolocalización que emplean animales como los referidos mamíferos alados, o los delfines para navegar por el medio y localizar obstáculos, comida, etc.

Pero al fin y al cabo esto es solo un matiz/desliz sin importancia, toda vez que ambos sistemas funcionan en esencia de forma análoga: la emisión de ondas sonoras (de una frecuencia que excede el rango auditivo del ser humano) que, al rebotar en los objetos y retornar al emisor (ya sea murciélago, delfín o submarino), permiten a este esbozar un mapa del entorno. O, dicho de otro modo, identificar la presencia –y la forma o contorno y el tamaño– de objetos que se interponen en su camino.

Y, como si fuese el eco, lo voy a repetir: ondas sonoras, sonoras, sonoras... Es decir, ondas mecánicas, que necesitan un medio –ya sea el aire o el agua– para viajar. Y aquí está el quid de la cuestión. Porque cabe recordar que los malvados gemelos creadores de Energene han diseñado su patógeno por combinación de ADN de diferentes especies animales, entre ellas el murciélago, tal y como se ha encargado de aclarar su antigua colaboradora la doctora Caldwell para que todo ‘encaje’. Y sin embargo, se vanaglorian de emitir una señal de baja radiofrecuencia. Mal asunto porque las radiofrecuencias (ya sean bajas o altas) son ondas electromagnéticas (como la luz, las microondas, etc.) Y hasta donde se sabe –que es bastante más que lo que demuestran saber los guionistas del filme–, ningún animal dispone de un sistema de ecolocalización basado en este tipo de ondas; mucho menos los murciélagos.

Luego, si el patógeno ha sido creado por combinación de ADN de distintas especies animales…, ya no es que suene raro, es que, directamente, chirría o canta.

Por cierto, las radiofrecuencias, como su nombre indica, son la región del espectro electromagnético que usualmente se emplea para las emisiones radiofónicas. Y también para las de televisión por antena y las de telefonía móvil. Por lo que cuando el supergorila y el superlobo lleguen a Chicago o a cualquiera otra gran urbe, lo más probable es que les estalle la cabeza.

La ficha

  • Título ‘Proyecto Rampage’.
  • Año 2018.
  • Director Brad Peyton.
  • Guión Ryan Engle, Ryan Condal, Carlton Cuse, Adam Sztykie.
  • Reparto Dwayne Johnnson (David Okome); Naomie Harris (doctora Kate Cadwell); Malin Akerman (Claire Wyden)…
  • Sinopsis La compañía Energene, creada por los hermanos Wyden, busca nuevas aplicaciones a la tecnología de recombinación genética Crispr. Con el objetivo de crear supercriaturas, ha diseñado un patógeno que, al infectar a un organismo, reemplaza parte del material genético original por el propio, obtenido a base de combinar extraordinarias características de diferentes especies animales. Tras un accidente, parte del patógeno es liberado e infecta a un gorila albino y a un lobo, convirtiéndolos en animales de inconcebible tamaño, fuerza y agresividad.

Un sencillo experimento informático para entender el Crispr

La concesión del premio Nobel de química a las creadoras del método Crispr es un buen motivo –o excusa– para ver esta película.

El Crispr –denominado o apostillado en la mayoría de las ocasiones con el revelador y explícito apodo de ‘tijeras genéticas’– es una revolucionaria tecnología genética que permite a los investigadores modificar el ADN de animales, plantas y microorganismos retirando genes y/o incorporando otros distintos con una precisión extrema para crear, literalmente nuevas formas de vida o, si se prefiere, organismos mejorados, o a la carta.

¿Qué cómo funciona el Crispr? Nada más fácil de explicar y visualizar mediante una sencilla simulación informática al alcance de cualquiera. Imaginemos que tenemos tres organismos, cada uno con sus propias características genéticas:

  • Organismo 1: ecolocalización-locomoción terrestre-visión limitada
  • Organismo 2: alas-pequeño tamaño-sangre fía
  • Organismo 3: sesil-marino-capacidad de regeneración

Basta con recurrir al conocido sistema de ‘corta’ y ‘pega’ que permite cualquier programa de edición de textos de nuestro ordenador para reescribir las características de cualquiera de estos organismos combinándolas entre sí a nuestro gusto; hasta obtener, por ejemplo: ecolocalización-alas-capacidad de regeneración (suena bien, ¿eh?).

Pues, en esencia, esto es lo que el método creado por las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna capacita a escala del código genético. Combinar los genes que determinan las diferentes características de distintos organismos para obtener un ente modificado. Y todo ello gracias al mecanismo de edición genómica aislado a partir de una ‘primitiva’ bacteria.