¿Alguna científica en la sala?
Apenas dos de cada diez alumnos de Ingeniería son mujeres y en los últimos 20 años la brecha entre carreras de chicas y de chicos se ha hecho aún más grande. Micromachismos, estereotipos y mensajes culturales afectan a la niña desde los seis años y la dirigen a profesiones sanitarias y ramas humanísticas
Hace varias semanas se celebró en la Universidad de Zaragoza el Girls Day. Jornada de puertas abiertas en el Campus Río Ebro para que el alumnado de secundaria y bachillerato conozca no solo qué es la ingeniería y sus aplicaciones en la vida diaria, también que un ingeniero no es siempre un señor con traje, que un científico no ha de ser un hombre y que el informático no es un hacker con sobrepeso rodeado de comida basura. Los estereotipos no solo siguen presentes en la mente de los adolescentes, sino que se ven reforzados cada día en series de televisión, entrevistas y mesas redondas donde apenas hay mujeres..., así como en la última fotografía de los recientes Premios Nobel, donde todo eran hombres.
El Girls Day es una oportunidad para conocer de primera mano qué piensa el alumnado sobre las carreras técnicas y, sobre todo, cuál es la percepción en el caso de las estudiantes. Se hacen encuestas y se formulan preguntas «y comprobamos que la ingeniería es una gran desconocida en el alumnado, hasta un 93% no sabe bien lo que es. Pero no solo es eso, a la pregunta de si estarían interesados en matricularse en Ingeniería vemos que un 20% de los chicos muestra interés, frente a un 10% de las chicas», enumera María Villarroya , profesora de la Escuela de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad de Zaragoza, en el departamento de Informática e Ingeniería de Sistemas, y una de las impulsoras del Girls Day en Aragón. «En realidad, la primera conclusión que podemos sacar después de varios años organizando el Girls Day es que en secundaria ya es tarde para cambiar estereotipos, la decisión parece tomarse mucho antes. En concreto, la clave está en los seis años».
Involución
María Villarroya pone varios ejemplos de cómo esos estereotipos no solo no se difuminan, sino que se hacen cada vez más fuertes. «En los años setenta, Lego se vendía como un juguete para niños y niñas, sin distinción. Ahora, los legos se venden en cajas rosas y azules, para que las niñas construyan palacios de princesas y los niños, naves espaciales. Ni siquiera los juegos de química son como antes, ahora te preguntan si es para una niña, y te venden un kit para fabricar jabones y perfumes». En opinión de Inmaculada Plaza, directora de la Escuela Politécnica de Teruel, «hemos sufrido una involución que lleva a la niña a creerse poco preparada para las profesiones científicas y técnicas por un lado, y por otro a sentirse más identificada con las carreras relacionadas con el cuidado de niños y mayores o con las humanidades. Es cierto que las barreras no son tan visibles como antes, cuando yo realizaba los estudios en Ingeniería, a finales de los ochenta, había incluso profesores que no querían darme clase. Otros daban la lección y luego me intentaban explicar a mí con otras palabras fáciles los mismos temas, porque creían que era incapaz de entenderlos. Esos muros se han derribado, ahora una mujer no es discriminada en el instituto o en la universidad, independientemente de qué carrera elige. Pero lo cierto es que no somos libres. Los estudiantes no eligen con absoluta libertad su profesión».
Ciencia en el aula
El año pasado, María Villarroya puso en marcha la iniciativa Una ingeniera en cada cole, en colaboración con Eva Cerezo, doctora en Ingeniería Informática y directora del grado de Informática de la UZ. «Quizá porque en este campus vemos la ausencia de mujeres y entramos en aulas donde a veces no hay ni una estudiante estamos muy concienciadas y somos más activas. Y el Girls Day nos dio pistas de la absoluta falta de visibilidad de la mujer investigadora en la sociedad. Sin modelos donde fijarse, ¿cómo va a soñar una niña con una carrera de ciencias? Pero al llegar a la adolescencia es una idea que han descartado totalmente y las que estudian Bachillerato Científico lo hacen pensando en una carrera en la rama sanitaria», explica Cerezo. La idea es que una ingeniera acuda a un colegio de Primaria para dar charlas a niños y niñas de 6 a 9 años. La prueba piloto, impulsada por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnológicas (AMIT), llevó a diez ingenieras a 15 centros escolares aragoneses para acercar a los más pequeños la importancia de la ingeniería en nuestra vida cotidiana «y lo explica una mujer, es una ingeniera quien cuenta los logros de las mujeres en la tecnología que nos rodea, como es el wifi, el chaleco antibalas, la escalera de incendios, el eBook... -enumera Villarroya -. Les contamos que la ingeniería no es solo hacer puentes o naves industriales, que también hay robótica, aplicaciones para la medicina... Y culminamos con un taller donde los niños manipulan y experimentan con proyectos a su nivel. De esas diez ingenieras hemos pasado ya este año a 40 mujeres. Y hemos logrado salir de Zaragoza capital».
Para Eva Cerezo, la situación es todavía más apremiante, «ya que en Ingeniería Informática no avanzamos, sino que estamos retrocediendo año tras años. Sin una razón aparente, el número de mujeres matriculadas ha pasado del 40% en 1980 a un 18%. ¿Qué ha podido pasar? Pues nos encontramos con varios factores: por un lado están los estereotipos que rodean al informático, que ya no es un trabajador ante su ordenador, ahora el cliché muestra un hombre solitario, con sobrepeso, que no se socializa y que hackea webs. Estereotipos que han hecho mucho daño, porque nos consta que algunas alumnas han tenido que insistir en sus casas cuando han dicho que querían estudiar esta ingeniería. ¿Pero hija, de verdad quieres esa vida?, les han llegado a decir». Por eso, Cerezo siempre se presenta ante sus alumnos con una sonrisa y la frase: «Miradme, soy ingeniera informática y tengo amigos. Y una familia».
Con mochila
La situación da la vuelta en otras carreras, como Magisterio Infantil, donde el 97% del alumnado es femenino. Se calcula que nueve de cada diez profesores de Infantil son mujeres, aunque los números cambian en las enseñanzas superiores: en la ESO las profesoras son el 70%; en Bachillerato, el 52%, y en la Universidad, de media, un 40%. En la UZ, el número de profesoras titulares no supera el 43%, cifra que baja al 20% en el caso de las cátedras. «La carrera académica es larga y sacrificada, desde que entras en un departamento hasta alcanzas la cátedra pueden transcurrir 22 años. Durante ese tiempo, el profesorado puede tomar decisiones personales, como tener hijos. Posiblemente ese 20% se deba a que la mujer retrase una parte importante de su actividad investigadora por la decisión de tener hijos. Se suele decir que el hombre también es responsable de las tareas domésticas, pero esta realidad no se confirma con estas cifras. Por el contrario, los números revelan que la maternidad penaliza a la mujer», concluye por su parte María Ángeles Rueda, catedrática de Derecho Penal de la UZ y miembro de la junta directiva nacional de AMIT.
Porque, en opinión de ingenieras como Pilar Molina, «las niñas son educadas para ser perfectas, el fracaso no puede formar parte de sus planes. Han de ser cuidadosas, menos impulsivas... Y eso te hace más conservador. Así que una carrera con fama de difícil, como ingeniería, se rechaza por respeto, por miedo a no dar la talla. En el caso de los chicos, que no tienen que ajustarse a esos prejuicios, su miedo al fracaso es menor. Por eso, la educación ha de dirigirse a la autoestima y a la valentía. Porque también ellas se pueden equivocar. Y salir adelante. Pero por ahora ser audaz y valiente no son valores que se consideran positivos para la niña». La canciller alemana Angela Merkel fue la encargada, un año más, de inaugurar el Girls Day en Alemania. Un empuje institucional que todavía se ve muy lejos en Aragón, aunque cada vez hay más iniciativas de visibilización de la mujer científica. Además del proyecto Una ingeniera en el cole, la exposición itinerante ¿Hay una científica en la sala? del Instituto Pirenaico de Ecología (IPE) muestra los hitos investigadores las mujeres del IPE. Es un buen principio.