Opinión
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Esclavos de la tecnología

Esclavos de la tecnología
Esclavos de la tecnología
Pixabay

Recientemente, el viernes de la semana pasada, el mundo ha vivido una situación de caos. Un fallo en la ciberseguridad de los sistemas informáticos ha llevado a un apagón, parece que esta vez parcial, en ese mundo complejo e intercomunicado que es internet, dejando inutilizadas las comunicaciones, los sistemas, los servicios de numerosas prestaciones con las que el mundo moderno sobrevive y funciona, y sin las que se queda como a ciegas y es incapaz de poner en marcha todas esas cosas que nos facilitan el vivir o el simple quehacer, como sacar dinero de un cajero, obtener una receta electrónica o embarcarnos en un vuelo a un destino vacacional. 

Ha fallado Microsoft, o una empresa relacionada, o vaya usted a saber qué es lo que ha fallado y quién, cómo y por qué lo ha hecho fallar.

Lo que sí ha ocurrido es que se ha hecho patente la tremenda vulnerabilidad con la que estamos viviendo, en la que basta un ‘apagón’ –y ni pensemos en un apagón en serio, por ejemplo de los sistemas y las redes eléctricas– para que nuestras vidas y actividades prácticamente se paralicen. ¿Estamos en manos de gentes todopoderosas como Bill Gates que puedan parar el mundo? ¿No disponemos de sistemas alternativos o redundantes para estas situaciones, como, por ejemplo, existen en la aviación, en la que los aviones suelen disponer de dos y a veces hasta tres equipos o sistemas repetidos en aras de la seguridad de los vuelos?

El fallo informático de alcance mundial que ocurrió la semana pasada nos muestra hasta qué punto nos hemos vuelto dependientes de unas tecnologías que no comprendemos y de unas empresas que controlan casi por completo nuestras vidas

Estamos viviendo en un mundo muy frágil, no sabemos bien si dominado por media docena de excéntricos y visionarios empresarios que disponen de botones parecidos a esos botones nucleares cuyos maletines acompañan a los mandatarios principales del mundo y que son capaces de organizar una destrucción incruenta, pero masiva y letal, dejándonos en la edad de piedra, incomunicados y sin capacidad de reacción, con todos nuestros sistemas y actividades paralizados.

Somos muy vulnerables, y tampoco sabemos cuáles son los remedios, si los hay, para aplicar en estas emergencias que ponen al descubierto nuestras debilidades y dependencias. Hay demasiados silencios, muy pocas explicaciones y nos vemos condenados a las incertidumbres de un vasallaje tecnológico que no ofrece alternativas a escala humana. Todo es digital, computacional, electrónico, sujeto a la tiranía de los artefactos que hemos de comprar a los mismos que nos venden programas, sistemas, aplicaciones… Estamos en sus manos, somos los nuevos esclavos, mal que nos pese, de este nuevo mundo que impera sobre nuestras costumbres y nos trata de llevar por sus caminos cifrados e incomprensibles.

Es cuando uno recuerda la historieta de aquel ciudadano que cansado de vivir en este planeta complejo y desopilante pide que el mundo se pare porque se quiere bajar. Cuando pasan estas cosas tan incomprensibles e inexplicables –e inexplicadas– es cuando uno también quisiera bajarse del mundo. Aunque fuera en marcha.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Luis de Arce en HERALDO)

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