Opinión
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Por
  • César Pérez Gracia

El Cabezo zaragozano

El cabezo Buenavista, en el zaragozano Parque Grande.
El cabezo zaragozano
Oliver Duch

Me gusta madrugar en verano y aprovechar la fresca, ese regalo de los dioses. A raíz del varapalo del virus chino, redescubrí el tramo del Canal de Torrero entre San Fernando y el Cabezo. Puede que sea el rincón más romántico de la ciudad, el de mayor encanto.

Subir por el Parque Pignatelli a las ocho de la mañana, divisar la cúpula preciosa de San Fernando, asomarse al Canal por la Almenara de Santa Engracia, no tiene precio.

Yo he vivido así como medio año, dos veranos consecutivos, en Zúrich, a los veinte años. En esa ciudad murieron Joyce y Thomas Mann, dos colosos de la literatura. Puedo leer a Joyce en su idioma, a Mann le puedo entender una frase corta. Pero mejor vuelvo al Cabezo, la colina más alta de Zaragoza, desde la que se divisa el Viaducto del Ave sobre el Huerva, la sierra baja de La Muela, el Moncayo si la calima o la niebla lo permite, la sierra parda del Castellar hacia Casetas y Utebo, el horizonte azulón de Cinco Villas. Lo que no se puede ver desde el Cabezo es la Sierra de Alcubierre. La sierra de Orwell.

El mayor encanto del Canal de Pignatelli o de Torrero es ver a los irisados patos nadando a sus anchas en la curva que bordea el Cabezo. Joaquín Aranda vivía justo encima del Canal.

Presumía Joaquín se saber quién era cierto Nobel australiano del que nadie en España tenía noticia. Patrick White, cuya novela ‘Voss’ me llegó a prestar. White fue Nobel hace medio siglo, en 1973.

Aranda tuvo una excelente biblioteca francesa, pero no había leído los Diarios de Saint-Simon, que fue embajador en España con Felipe V. Nunca comprendió que su amigo Derqui, nacido en La Habana y que vivió junto al Parque Pignatelli, le negase ‘audiencia’ porque estaba escribiendo ‘De Rerum Malleorum’, su mejor relato. Derqui prestó a Julián Gállego el tocho de Dickens en Aguilar que se pimpló una mañana de verano en el Pignatelli. Dickens, White, Hemingway. La famosa foto del Gran Hotel con el autor de ‘The old man and the sea’. Borau, Aranda, Pepe Gállego. Ya ven, pasear por el Canal hasta la curva del Cabezo es como sacar cerezas del cesto de la memoria.

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