Opinión
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El aroma del Tour

Imagen de Fernando Escartín celebra su victoria
Imagen de Fernando Escartín celebrando su victoria en 1999
REUTERS

Se asombraba hace ya años mi compañía de mi gusto por disfrutar de viejas etapas del Tour de Francia, guardadas en ordenadas cintas de vídeo, a las que recurría durante tiempos de asueto a lo largo del año. 

Mi arsenal de imágenes engordaba cada julio, con el despegue de la gran carrera. El paso del tiempo y el recorrido de la vida fueron recortando aquella vieja adicción, aunque nunca apagaron el rescaldo de una pasión que mis muy cercanos –admirables– respetan.

El aprecio personal por varios de los profesionales aragoneses que han competido en la ronda me ha permitido además sentirme partícipe de sus gestas y retos. Acaba de cumplirse un cuarto de siglo de aquel triunfo portentoso de Fernando Escartín en Piau Engaly. El 20 de julio de 1999, cuando comprometió la general de la prueba, ubicándose a espaldas de Lance Armstrong. Recupero las imágenes de su lucha contra el asfalto, del escorzo de su figura retorciéndose en la bicicleta y de sus brazos al cielo con el rostro desencajado de felicidad al lograr un hito inolvidable en su carrera.

Escartín, uno de esos deportistas que paseó por el mundo el nombre de Aragón y de Biescas, mereció un hueco en el podio final de París, junto al norteamericano y a Alex Zulle, que le arrebató el segundo lugar en la última contrarreloj de Futuroscope.

Pero tampoco me resisto a valorar el mérito de quien sufre el duro revés de perder un triunfo que acariciaba y merecía: contemplar la lucha desigual de David Cañada, cuatro años después, contra tres perseguidores, que en su hostigamiento a base de relevos le privaron de sellar su hazaña a apenas unos metros de la meta, en Saint Maixent l’École. Otro ciclista que engalanó su tierra con los méritos de una trayectoria jalonada de hitos, a pesar de las dificultades. Y que cuando se nos fue, muy pronto, nos dejó una siembra de ejemplo admirable en lo profesional y lo personal.

Julio, el aroma del Tour; tiempo para compartir avejentadas historias que se recuperan sin dificultad para encontrar acomodo entre los recuerdos de quienes amamos el ciclismo.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Miguel Gay en HERALDO)

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