Opinión
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Adjunto a la Dirección de HERALDO DE ARAGÓN

El calor en una frase

El calor en una frase
El calor en una frase
Pixabay

El bochorno es enorme, pero cabe en una frase, como cabe esta primera ola de calor que derrite los termómetros e incluso las neuronas, porque, aunque buscamos refugios en esas improvisadas islas térmicas en las que se convierten los centros comerciales e incluso las iglesias, la canícula de julio se clava en nuestro desmadejado cuerpo, que ya parece como de novela de ciencia ficción, como de actor secundario de esas películas de mundos apocalípticos y áridos, tipo Mad Max o Dune, convertidas en sagas asfixiantes que recuperamos de las plataformas televisivas para pasar el tiempo mientras el ventilador casero nos ayuda a transitar, agazapados en nuestro piso como hurones urbanos, hasta que llegue la noche y sople el cierzo, ese viento septentrional que, con suerte, barre el sofoco hasta el día siguiente y, si tenemos un poco de holgura en nuestra vivienda, genera una violenta corriente de aire que nos obliga a atrancar las puertas, aunque sea con una torreta de libros de los autores preferidos, sean Borges, Marsé, Almudena Grandes o el mismísimo ‘Cántico espiritual’, porque todo vale para refrescar los pequeños pisos que se han construido en las ciudades españolas desde los años cincuenta, domicilios angostos que se asemejan a esas frases reducidas, casi minúsculas, que parecen un cuarto trastero o una simple despensa en la que apenas entran una o dos ideas sencillas, como las que caben en una columna periodística, donde apenas hay espacio para desarrollar una tesis o para estirar las piernas cuando hace calor, y por eso reivindico la frase larga, compleja, espaciosa, aireada, repleta de propuestas y matices.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Javier Rueda en HERALDO)

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