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Los primeros escritos

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Los primeros escritos
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El avance del mes de julio permite descubrir en el periódico firmas nuevas, fogonazos que entremezclan frescura y juventud con el sello inevitable de la falta de experiencia. Que es recurso que la veteranía otorga a los profesionales de trayectoria más alargada.

Me entretengo en descubrir los méritos y las virtudes de ese desembarco de novatos que ingresan en las redacciones con la aspiración de encontrar en las prácticas la ruta por la que perfilar un futuro profesional. Y en sus más o menos aseados escritos trato de percibir esa veta periodística de quien siente la vocación de buscar y contar historias. Que se precisa que apasione.

Recompongo yo también el avance hacia la redacción en mi primera visita a la que durante décadas se hizo mi casa: el examen de aquellas caras entonces desconocidas -algunas ya desaparecidas, pero no olvidadas; admiradas y amigas-, el ambiente oscurecido por el tabaco, el sonido mezclado de las teclas del ordenador y las máquinas de escribir, junto al tartamudeo de la impresora… Un embrujo cautivador que nunca me ha abandonado; y que desde ese momento, enamorado, antepuse a casi todo.

Así que en ese mes de julio cumplen años -rumbo a las cuatro décadas- mis primeros escritos de redactor pipiolo. Las encomiendas entonces de Juan Domínguez -de quien sigo disfrutando de sus andanzas en la sección de ‘En saco roto’- para dar a conocer a un grupo de teatro formado en su totalidad por mujeres, o para entrevistar a un ya entonces veterano humorista llamado Cassen -Casto Sendra-. Páginas que guardé y estoy seguro que conservo, y que de cualquier forma no se escapan de mi cabeza.

Pequeñas añoranzas de una mirada en lontananza que ayuda a ofrecer la perspectiva del camino recorrido. Sembrado de mil historias contadas y de nuevos retos y aspiraciones profesionales. E ilusiones de las que uno se niega a desprenderse y que es capaz de encontrar también en el reflejo del alma del novato, espejo de sus primeros escritos. Referencia de inocencia de la que, como yo, también podrá echar mano con el paso de los años.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Miguel Gay en HERALDO)

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