Insolación', de Emilia Pardo Bazán, me lo regaló mi amiga Elena y lo tenía pendiente. Suelen darme pereza las novelas decimonónicas y para ambientarme empecé por la magnífica introducción de Marina Mayoral. 

De su protagonista dice que el gesto de abrir una ventana y asomarse con un hombre que no es su marido es un claro desafío a los prejuicios de la sociedad, “es un gesto de liberación e independencia, como mujer y como ser humano”. La novela, publicada en 1889, causó un gran escándalo y recibió críticas despiadadas de Clarín y Pereda entre otros. Cuando visité hace unos años su casa museo en La Coruña, me quedé impresionada por el poderío que desprendía aquella extraordinaria condesa. Se desenvolvía bien en un mundo de hombres. Ni las más feroces críticas a su obra o a su persona (ella era un trasunto de la protagonista de 'Insolación') parecían hacer mella en su temperamento. La autoestima de los escritores es particularmente frágil, lo dijo mi admirada Rosa Montero y lo sé por experiencia propia. Cualquier cosa, por nimia que sea, puede hacer flaquear la confianza del escritor en su trabajo. Y la autoestima no aumenta con la edad. Creo que fue García Márquez quien dijo que el oficio de escribir es el único que se hace más arduo y más difícil conforme se cumplen años. También dijo que no hay que ser modesto a la hora de ponerse a escribir porque entonces te conviertes en un escritor de nivel modesto. Emilia Pardo Bazán no se permitió ser modesta y para ello necesitó una buena dosis de fortaleza, una gran cultura y una economía desahogada. Su autoestima no parecía flaquear. A día de hoy 'Insolación' es considerada una de sus mejores novelas.

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