El último famoso que ha osado opinar en público sobre política ha sido George Clooney, que, al parecer, se ha sumado a la larga lista de demócratas que le ha pedido al presidente Biden que retire su candidatura para las próximas elecciones.

A Clooney se le perdona el atrevimiento porque es de buena familia, su padre fue un destacado periodista, de los buenos, buenos, y él está casado con una prestigiosa abogada. O sea, es un tipo al que se le puede dejar opinar, aunque sea actor.

Pero, claro, hay unos cuantos parroquianos que se están llevando las manos a la cabeza porque, fíjese usted, aquí está opinando cualquiera, sepa o no sepa del arte de la política fina. Va Mbappé, toda una estrella del fútbol y, ante el posible triunfo de la extrema derecha, no se le ocurrió otra cosa que pedir que no se votase a los de Le Pen. Algo parecido a lo que hizo en Brasil otro futbolista de renombre, Neymar, cuando pidió el voto para Bolsonaro en contra de Lula da Silva.

¿Se acuerdan de cuando varios actores españoles se reunieron en torno a una plataforma en defensa de Zapatero y a raíz de aquello se les llamó ‘los de la ceja’? ¿Recuerdan con qué furia se expresaban sus detractores, refiriéndose a los mismos con cierto desprecio y considerando que, en función de lo flojo que era el cine español -lo decían los que estaban contra ‘los de la ceja’, no yo-, no tenían ni idea de nada y qué se creían ellos para opinar de la vida política española.

En el fondo, tras esa rabia está el desprecio de una cierta élite que se considera en posesión de la verdad y no soporta que cualquiera opine. Sobre todo, si es actor o deportista.