Opinión
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Preocupación por el turismo

El autobús turístico de Zaragoza
El autobús turístico de Zaragoza
O. DUCH

El turismo ha sido y es el petróleo de España, esa riqueza natural de que disponen algunos países y que les permite tener una equilibrada o abultada balanza de pagos en positivo y proporciona un alto nivel de empleo, aunque en ocasiones, como la que nos ocupa, sea de un relativamente bajo nivel profesional. 

El fenómeno ha ido creciendo de forma sostenida, pero parece que quizá cada vez menos sostenible, a tenor de las frecuentes manifestaciones ciudadanas opuestas a algunas de las consecuencias colaterales que lleva consigo un turismo descontrolado con ribetes de ingobernable. No sé hasta qué punto España puede soportar esos cien millones de personas que al parecer nos van a visitar este año; desconozco si disponemos de infraestructura suficiente para atender las demandas que se desprenden de semejante superpoblación –alojamiento, suministro de agua, atención sanitaria, residuos urbanos…–, pero tengo la impresión de que nos está desbordando la situación.

El crecimiento del sector turístico es continuo, pero
¿es sostenible? Un turismo descontrolado se torna ingobernable

Hay, al parecer, preocupación en los medios del Gobierno y en el sector por lo que está ocurriendo, pero lo goloso del caso y la ingente entrada de divisas que supone podrían invitar a dejar pasar y no abordar con cierta urgencia un conjunto de medidas para controlar el flujo del turismo y cambiar el modelo que viene siendo el sostén de nuestro aparente (¿?) éxito. Una ojeada estos días a nuestras playas, a nuestras terminales de viajeros, a los museos e instalaciones turísticas, a las terrazas y chiringuitos de las ciudades, no digamos ya de las zonas más turísticas, asusta y dispara todas las alarmas; la imparable proliferación de los llamados ‘pisos turísticos’ al margen de la ley es un verdadero escándalo que está fuera de control; las subidas de los precios de la hostelería y el transporte están siendo un disparate insoportable para los españoles que tienen que viajar por trabajo y también, por qué no, por turismo interior o vacaciones, por no entrar en la calidad de los servicios que se ofrecen.

Se están produciendo ya reacciones ciudadanas airadas en contra de este abuso general que está trayendo un turismo masivo, ante la pasividad de las Administraciones; y es peligroso que empecemos a quejarnos y a denostar el turismo porque podemos poner en peligro esa fuente de riqueza que convendría ordenar.

No podemos permitir que la invasión del turismo degrade nuestras ciudades y perjudique nuestra convivencia y nuestra forma de vivir

España es un país atractivo por muchos motivos; despertamos la simpatía y la curiosidad de los ciudadanos del mundo, somos buena gente y, además del clásico sol y playa, ofrecemos muchas cosas más. Pero no podemos permitir que la invasión del turismo degrade nuestra condición de ciudadanos españoles y perjudique nuestra convivencia y nuestra forma de vivir.

De modo que el fenómeno del turismo en España es un asunto que empieza a preocupar y al que debería prestarse mucha más atención de lo que se está haciendo. Jordi Hereu, el ministro del ramo, fue alcalde de Barcelona y algo debe saber de esto. A ver si se aplica y empieza a funcionar.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Luis de Arce en HERALDO)

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