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  • Andrés García Inda

Diario de verano (II)

Diario de verano (II)
Diario de verano (II)
Heraldo

En verano incluso de noche parece que es de día, mientras que en invierno hasta de día parece ser de noche.

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Por aquello de los hechos y las palabras, dan cierta ternura esos ciudadanos que se muestran vivamente preocupados con la vuelta de Trump y el ascenso en Europa, dicen, del populismo iliberal, pero parecen disfrutar o ignorar el hecho de que en España tenemos como presidente al más trumpista y tramposo de los políticos europeos y que el suyo es el más populistamente iliberal de los gobiernos.

“Pero ¿cómo dar testimonio —escribe G. Agamben— de un mundo que va a la ruina con una venda en los ojos y el rostro cubierto, de una república que se derrumba sin lucidez ni orgullo, abyecta y temerosa? La ceguera es mucho más desesperada, puesto que los náufragos pretenden gobernar su propio naufragio, juran que todo se puede mantener técnicamente bajo control, que no hacen falta un nuevo dios ni un nuevo cielo: solo prohibiciones, expertos y médicos. Pánico y embustes”.

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¿Embustes? Uno de los rasgos de la era de la posverdad es la dificultad de distinguir no solo entre lo verdadero y lo falso, sino entre lo que hay que tomarse a chufla y lo que no, o entre la broma y la amenaza. Para beneficio de quien decide en última instancia entre una cosa y otra, claro. Cuando todo es parodia nada lo es y uno puede acabar condenado por una inocentada o condecorado por una gilipollez.

En este tiempo esa confusión se muestra, por ejemplo, en la imposibilidad de separar las verdaderas noticias de las serpientes de verano: La ridícula “investigación” de un “medio de comunicación” sobre los dos DNI del juez Peinado, el anuncio sobre la implantación de la Cartera Digital Beta del ministro Escrivá, etc. Uno pensaría que son chirigotas veraniegas del poder para entretenernos y la risa se hiela al darnos cuenta de que no. Que van en serio. Cuando todo es parodia, todo es literal.

Por cierto, en el caso del juez Peinado, la campaña de acoso y derribo a la que le están sometiendo recuerda aquella otra, de tintes mafiosos, que tuvo que sufrir el magistrado Marino Barbero en los noventa. ¿El mismo mar de todos los veranos?

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Entre la Eurocopa y los sanfermines proliferan estos días las imágenes de jóvenes santiguándose concienzudamente antes de saltar al campo de fútbol o en los momentos previos al encierro. Yo observo la misma tensión competitiva, si no más, en la anciana que lo hace rutinariamente cada día por la mañana, al salir a la calle. Y sigo su ejemplo.

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Ha fallecido Francisco Martínez García. Paco. Un clérigo sabio y comprometido, un pionero de la renovación litúrgica y pastoral y un intelectual riguroso y discreto, que hasta para morirse pareció escoger un silencioso y solitario día de verano. Iba a decir que con él desaparece una época y una especie, e imagino que él diría que eso sucede cada vez que muere un ser humano, que es siempre único en su especie. ¿Era Frossard quien decía que Dios solo sabe contar hasta uno? O de uno en uno.

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A veces imagino el cielo como un verano interminable. No cualquiera, sino uno, porque ningún verano es cualquier verano.

Leo Figurantes, de Javier Aranguren, que como éste no es exactamente un diario, pero se le parece: “Pienso que para esto estará la eternidad: no tanto para hacer lo que no nos ha dado tiempo a terminar en la tierra (libros, lecturas, conversaciones, trabajos y días), sino para darnos cuenta de que tampoco valía la pena”.

El cielo es un lugar en el que no hay que dar explicaciones.

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Sigo con Agamben: “Puede decir la verdad solo quien no tiene ninguna probabilidad de ser escuchado”.

Andrés García Inda es profesor de la Universidad de Zaragoza

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