Opinión
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Director de HERALDO DE ARAGÓN

De Bunbury al debate municipal

La alcaldesa de Zaragoza, Natalia chueca, durante la presentación del proyecto de la nueva Romareda.
La alcaldesa de Zaragoza, Natalia chueca, durante la presentación del proyecto de la nueva Romareda.
Guillermo Mestre

La secuencia resulta más que favorable para los intereses de la alcaldesa: concierto de Bunbury, inicio de las obras de demolición del Gol Sur del estadio de La Romareda y celebración del debate del estado de la ciudad. Habitualmente convocado en los últimos diez años entre los meses de noviembre y diciembre, este gran debate se comprende bajo la doble vertiente que implica la rendición de cuentas por parte de quien gobierna y la visualización de la crítica ejercida desde la oposición. Las ventajas que para Natalia Chueca posee la decisión sobre la fecha, además del efecto despiste que acompaña a estos días de verano, residen en la oportunidad de presentar como gran mérito la actuación de la piqueta sobre el viejo estadio y en el hecho de enfrentarse a una oposición socialista sumergida en una severa falta de tono político y sobre la que aún no se advierte ninguna reactivación. Puede que tenga sentido separar el debate del estado de la ciudad de la negociación presupuestaria que se aborda en los últimos meses del año (es potestad de la alcaldesa), pero nunca está de más abrir la mano a la oposición para negociar un calendario.

La falta de un discurso reconocible por parte del PSOE, un problema que no es exclusivo del consistorio zaragozano, está permitiendo que Chueca traslade una imagen de camino despejado en su gestión diaria y que el debate público se muestre excesivamente rebajado. Los populares reconocen ‘sotto voce’ lo fácil que les ha resultado este primer año de gobierno –sin grandes enfrentamientos y sin un contrapeso fuerte e incomodador–, una circunstancia que ha concedido al equipo de gobierno la confianza necesaria para expresarse con una abierta seguridad.

«Los populares reconocen ‘sotto voce’ lo fácil que les ha resultado este primer año de gobierno municipal»

Recuerda el filósofo Javier Gomá, en su libro de conversaciones con Pedro Vallín (‘Verdades penúltimas’), una frase de Isaiah Berlin que asegura que «darse cuenta de la validez relativa de las convicciones propias y, no obstante, defenderlas resueltamente es lo que distingue a un hombre civilizado de un bárbaro». Puede que la duda acompañe a muchas de las decisiones municipales, pero sin oposición y con una devota sintonía con el Gobierno de Aragón parece que no exista cuestionamiento alguno sobre los discursos propios. Tanto es así, que las fronteras de Zaragoza se han quedado pequeñas a ojos de los populares. Ahora, se desea el refrendo de Madrid y se busca el respaldo de lo nacional como si con ello se concediese mayor validez a lo doméstico. Nada nuevo tiene mirar hacia Madrid. Todos los políticos aragoneses con un mínimo peso han buscado sentirse escuchados en la capital, aunque pocos han logrado ser lo suficientemente influyentes como para condicionar políticas y presupuestos. Como explica Gomá, no se puede olvidar que «una cosa es la respetabilidad que da ocupar una posición social, otra la influencia social y otra, por último, el prestigio».

El reto de Zaragoza no es el de Madrid o Málaga, ciudad esta última convertida para el municipalismo del PP en todo un ejemplo a seguir. La oportunidad de la capital de Aragón pasa por lograr una personalidad y un reclamo que, de arranque, evite la imparable fuga de talento y juventud que año tras año toma el AVE en dirección a destinos con mejores oportunidades.

El debate del estado de la ciudad cuenta con una compleja trascendencia que no es otra que la de perfilar con más detalle el proyecto diseñado por Chueca para Zaragoza. Pensar en una estrategia que permita simplemente superar el trámite no ayudará a la alcaldesa. 

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