Opinión
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  • Isaac Tena Piazuelo

Triste y sola se queda Fonseca

Otros alumnos de la Facultad se examinaban a la misma hora de Derecho Civil.
Triste y sola se queda Fonseca
P. B. P.

Estos días los pasillos de la Universidad están casi vacíos, apenas los recorren algunos alumnos que buscan el aula de examen, o que esperan que llegue su hora. Semanas atrás esos mismos lugares estaban llenos de bullicio y de juventud, había vida y alegría. 

El extraño silencio de ahora presagia el letargo de las vacaciones de verano. Tal vez por eso me ha venido a la memoria algo que ni siquiera recordaba saber, el título y algunos retazos de una vieja canción: "Triste y sola/ Sola se queda Fonseca/ Triste y llorosa queda la Universidad…". No sé si habrá desaparecido de los repertorios de la Tuna, pero el caso es que no he vuelto a oírla. Puede que sus últimas estrofas resulten demasiado comprometidas hoy en día: "…Yo no puedo querer más que a una / Y esa una mi vida eres tú". A pesar del sambenito que arrastramos los profesores con las vacaciones -ya saben- tampoco yo me acostumbro a la idea del fin de curso, y me da qué pensar. Creo que esa especie de nostalgia será incluso más antigua que aquella canción pues, aunque hayan ido cambiado las siglas del sistema universitario, la tarea de enseñar es bastante parecida en lo fundamental. Hay en una pared de La Alhambra una inscripción que, si no fuera porque es original árabe, parecería obra de un profesor-grafitero de hoy en día (seguro que alguno habrá): "Si me dices que no sabes, te enseñaré hasta que sepas. Si me dices que sabes, te preguntaré hasta que no sepas". ¿Acaso es fácil rebatirlo apelando a la modernidad?

Tenemos clases para enseñar y también tenemos exámenes para comprobar cuánto se ha aprendido. No basta con el ‘ojo clínico’ (quien lo tenga) para calificar a los estudiantes, y los sesgos subjetivos y hasta las manías de cada profesor hacen que resulte arriesgado dejarse llevar por las apariencias. Acaso los docentes, y quienes tienen responsabilidades de gestión, deberíamos preguntarnos si estamos haciendo las cosas como corresponde en teoría al nuevo modelo universitario, el que se instauró hace más de una década con la famosa ‘reforma de Bolonia’.

En la era de las nuevas tecnologías, con los dispositivos cada vez más portátiles, y la Inteligencia Artificial tendría algo de extravagante que en determinadas titulaciones todavía siguiéramos valorando de manera principal el rendimiento de nuestros discípulos según su capacidad de retener datos (la ‘información funcional’). "Datos… datos… datos…", como el simpático robot de la ‘Guerra de las galaxias’.

Acaso los docentes deberíamos preguntarnos si estamos haciendo las cosas como corresponde en teoría al nuevo modelo universitario, la famosa ‘reforma de Bolonia’

No sé qué haría usted, pero si yo necesitase un profesional cualquiera (jurista o del gremio de la fontanería o de los cirujanos o de lo que sea) y me trajeran al que tiene ‘memoria de elefante’ preguntaría, igual que en el chiste: ‘¿Pero, hay alguien más?’.

El cometido del profesor consiste en facilitar a sus estudiantes la adquisición de competencias, generales y específicas, y el desarrollo de destrezas, que adquieran una especial habilidad en los procesos de razonamiento y los puedan llevar a la práctica. Es decir, un ‘objetivo conductual’ para el que se aprovecha de modo particular el ‘pensamiento formal’ del alumno. Parece más fácil de describir que de realizar, pero el viento sopla a favor. Es la evolución natural de las cosas y de nuestro modo de vida, de entender el conocimiento, de nuestros recursos y de nuestras necesidades en el mundo contemporáneo. Por eso, por ejemplo, cuando determinados políticos/as (aunque coticen muy a la baja) descubren que debería reformarse el sistema de acceso al empleo público (las famosas oposiciones), olvidando el dedo de quien lo dice, deberíamos mirar hacia la luna que señala ese dedo. Dicen que hasta un reloj parado acierta la hora dos veces al día. De todos modos, tampoco hay que impacientarse: hace décadas que las propuestas en uno u otro sentido vienen y se van, y todo queda como siempre, mientras las promociones de estudiantes dejan ‘Fonseca’. Y tristes y solos se quedan los pasillos de la Universidad.

Isaac Tena Piazuelo es catedrático de Derecho civil y académico de la Real Academia Aragonesa de Jurisprudencia y Legislación

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