Final de curso
Termina un nuevo curso escolar y su final en este año tiene un pie en las aulas y otro en las calles. En varios centros de la Comunidad y en nuestras calles y plazas, las familias y el profesorado se han concentrado para reclamar que se dote a los colegios del personal necesario.
De nuevo retumban en nuestras calles palabras que ya creíamos superadas, como recortes, ajustes, reducción de jornada. Los problemas de la educación siguen sobre la mesa y creo que de ellos nos deberíamos ocupar.
De nuevo seguimos, desgraciadamente, convirtiendo la educación en un campo de batalla y no acabamos de entender la necesidad de más y mejor educación. Es el momento de que los responsables educativos vuelvan sus miradas a las condiciones necesarias para que los profesores y los centros puedan desarrollar correctamente algo tan difícil, hoy día, como es educar. Recuerden que lo que cambia y transforma la educación de un país son los docentes, son los equipos directivos, las comunidades educativas, los estudiantes, las familias. Es en ese entorno y en esa serie de procesos en los que tienen que moverse para buscar mejores resultados en nuestro sistema educativo.
No pueden olvidar que desgraciadamente el ascensor social, elemento esencial de la adhesión ciudadana al sistema, está muy averiado, dado que se observa un aumento de la persistencia de los grupos sociales inferiores y tiene que ver con las cualidades segregadoras de la escuela española. Por lo tanto, nuestra Comunidad debe poner remedio a la desigualdad y el estancamiento social que vemos consolidarse en el sistema escolar.
Los profesores de Historia, junto con los de Filosofía, siempre acudíamos a Emmanuel Kant para explicar el origen de la modernidad. Hoy lo haríamos especialmente, pues se cumple el tricentenario de su nacimiento y constataríamos la validez de sus palabras. Él cambió la forma de pensar de la gente, incitando a reflexionar por uno mismo y a cuestionarlo todo. Rechazó el dogma y propugnó el uso de la libertad en responsabilidad y la idea de ciudadanía común. Por tanto, nosotros hemos pensado y explicado que en democracia era una virtud el gozar de autonomía de criterio. Ello es el fundamento del pluralismo y hoy se percibe como debilidad. Es más, como algo equivalente a ‘pasarse al enemigo’. En este momento de una cierta vuelta al pasado, donde aparecen la irracionalidad, el miedo, las teorías conspiranoicas, las sombrías figuras autoritarias y las guerras sangrientas, es más necesario que nunca recordar a Kant, que nos quiso emancipar de fanatismos y actuar a la luz de un entendimiento común.
Solo desde un espíritu crítico y constructivo seremos capaces de dialogar y poder buscar acuerdos y consensos. Nadie puede negar que el escenario educativo está lleno de claroscuros y por ello es más importante que nunca esforzarse en observar y contrastar cuál es el estado de ánimo en la comunidad educativa pero también de toda la sociedad. Entiendo que es difícil hacerlo, pues nuestra realidad educativa es tan poliédrica como lo es el mundo que estamos viviendo.
Es un momento complejo pues la desconfianza y el miedo al futuro no nos ayudan. Pero si creemos que la educación es la llave de todas las cosas, tenemos la obligación de intentarlo. Volvemos a recordar las palabras de Kant: "Trabajar y colaborar de forma comunitaria y tener las obligaciones morales claras conlleva una esperanza real en el futuro". Ha terminado un nuevo curso escolar y nuestra tradicional frase de despedida de las aulas y de los compañeros era hasta septiembre y con ella quiero hoy también despedirme.
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