Estoy indignada. Y también avergonzada como vecina del barrio de La Magdalena, donde estoy empadronada desde el año 1984. Resulta que un pequeño comercio con pocos meses de vida está siendo víctima, desde que abrió, de algunas malas gentes que le llenan los escaparates de pintadas cada dos por tres. 

Yo siempre me he sentido orgullosa de La Magdalena, me parecía un barrio moderno, diverso, activo y lleno de cultura, donde reinaba la tolerancia. Pero ya no es así y estamos horrorizados y muy tristes, y me voy enterando de que algún otro comercio ha sufrido ataques similares. El comercio en cuestión, que está en la esquina de la calle Mayor con San Vicente de Paúl, pertenece a Nacho Lamar, un joven diseñador de prestigio que confecciona ropa a medida. Ha creado, con gran ilusión y esfuerzo, un espacio luminoso, elegante y moderno en lo que antes era un local cochambroso que solo causaba problemas de salubridad. Pero aparecen unos pocos a estropearlo todo, como los de la 'kale borroka' que hicieron la vida imposible a la librería Lagun en el País Vasco. Siempre son unos pocos, que cunden mucho, los bárbaros ansiosos de destruir la belleza y la cultura, y todo aquello que deje en evidencia su propia ignorancia y sus viejos rencores tumorales. "Fuera del barrio pijos" dicen las pintadas que Nacho Lamar ha decido no borrar esta vez, y sobre las que ha pegado un texto en el que declara su amor al barrio y pide apoyo y que dejen de hostigarle. Espero que su iniciativa tenga éxito y que la autoridad competente haga algo al respecto. Y espero que mi barrio vuelva a ser lo que era, un espacio donde vivir en libertad, aunque la tristeza quede impresa en el ambiente y cueste mucho borrarla.

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