Opinión
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La rebaja del IVA en el aceite de oliva

Botellas de aceite de oliva con alarma antihurto.
Botellas de aceite de oliva.
STC

El Consejo de Ministros del 25 de junio aprobó, como se había anunciado, la rebaja del IVA del aceite de oliva hasta situarlo en el ‘cero’ por ciento, anuncio que por cierto fue durante los días previos la gran estrella jaleada por noticiarios y comentaristas como el gran ‘scoop’ del momento y casi como la solución definitiva y genérica a la escalada imparable de los precios, de todo en general y de los productos alimenticios y de primera necesidad en particular.

Con ese falso e hipócrita remoquete añadido de que se trata así de favorecer a los más vulnerables, que desde ahora, y gracias a los desvelos y a las medidas sociales del Gobierno, van a consumir aceite de oliva como si no hubiera un mañana. Ello implica que una botella, que las hay, de 13 euros pasa a costar 12,35. ¿Creen ustedes que una economía doméstica que no puede con la de 13 va a poder con la de 12,35? Y para las economías que pueden, ¿creen que van a mirar esa insignificancia al llenar la cesta de la compra?

El Gobierno ha querido presentar la rebaja del IVA en el aceite de oliva como una gran medida de política social y de lucha contra la inflación.

Pero esta sociedad tan manipulada y aborregada está dispuesta a creérselo todo y a asumir la metáfora perversa de que la bajada del precio del litro de aceite un 5%, o sea, unos 50 céntimos en promedio, representa por fin una relajación en las tensiones de los precios, cuando estamos padeciendo todo lo contrario; pero esa mentira, como tantas, no amedrenta a los creadores de opinión. Hay que ver qué bien, comentan unos y otros; fíjate qué detalle, que baja el precio del aceite. ¿Se han preguntado para quién baja? No creo que para esa clase media y trabajadora con la que tanto se les llena la boca.

Pero no nos damos cuenta en la formación del precio de las cosas, desde su origen hasta los puntos de distribución, en quiénes y cómo intervienen en la cadena de valor, en dónde están los márgenes; como tampoco parece que entendemos que frente a una oferta decreciente debida a las condiciones climáticas y a las malas cosechas hay una demanda creciente que presiona fuertemente. No pensamos que este mismo año va a haber en España cerca de cien millones de consumidores más que los 48 millones que poblamos la piel de toro, a los que hay que dar de comer y de beber… y hasta aceite de oliva en sus ensaladas y fritangas. Y toda esa presión de la demanda que generan hace que inexorablemente se cumpla la ley de hierro de la oferta y la demanda: que los precios tienden a subir, y suben. Es, quizá, uno de los daños colaterales que produce el turismo masivo que padecemos. Y que algo explica de las tensiones inflacionistas que no acaban de resolverse en España.

Pero los más vulnerables seguirán sin poder comprar aceite de oliva, y los precios, fijados por la oferta y la demanda, no van a bajar

Pero en fin, el Gobierno es bueno y generoso y hace esos gestos de gran guiñol para contento de las gentes que por cierto no se van a ver beneficiadas de medidas tan pretendidamente estelares como inútiles a la hora de controlar las continuas subidas de los precios, pero que aplauden a pesar de que van a seguir sin poder llevarse a la boca unas botellas de aceite de arbequina o de picual. Todo sea por dar carnaza a las tertulias.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Luis de Arce en HERALDO)

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