La casa del poeta Vicente Aleixandre en la antigua calle Velintonia, número 3, de Madrid, se subastó y quedó desierta. Los herederos del poeta y propietarios del inmueble habían fijado un precio de salida de unos cuatro millones y medio de euros, pero nadie pujó. 

La Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, que durante tantos años ha luchado por preservar la casa, hizo un llamamiento a no participar en la subasta, pues su deseo fue siempre que las instituciones se hicieran cargo de ella y la convirtieran en una especie de ‘Casa de la Poesía’ que cuidara y difundiera el legado del Premio Nobel español. Estos días la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid ha anunciado por fin que la casa será declarada Bien de Interés Cultural (BIC) y que el Ejecutivo la adquirirá para hacer de ella un gran centro cultural. Final feliz. Lo que no va a poder adquirir el Gobierno madrileño es el parqué del suelo de la habitación donde estuvo la biblioteca de Aleixandre y por la que pasaron todos los poetas españoles del siglo XX, desde la generación del 27 hasta los novísimos. Ese parqué iba a ser tirado a un contenedor cuando algunos buenos amigos lo evitaron y lo repartieron generosamente entre lectores de Aleixandre y defensores de Velintonia que visitamos una mañana aquella casa, afortunados fetichistas que hoy guardamos en nuestras casas pequeñas láminas de madera del suelo de esa biblioteca, ligeros jirones de la historia de la mejor poesía española. A mí me aseguraron que mis trozos de parqué fueron los que pisó especialmente Federico García Lorca. Yo es que hasta creo ver en ellos la huella de sus zapatos.

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