Opinión
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Un nefasto brindis contra la salud

Un nefasto brindis contra la salud
Un nefasto brindis contra la salud
Heraldo

La vida fluye como una corriente de agua encauzada. Algunas personas lo consiguen con un éxito relativo; en otras pasa inevitablemente desde el desbordamiento a la sequía. Evitar un ‘nitraticidio’ implica a poca gente; al final quien esto escribe y otros denunciantes del olvido quedan como excéntricos ambientalistas. 

Se dice que las autoridades no cuentan estas cosas para no alarmar ni para provocar ansiedades. Antes bien, tienen la obligación de informar para situar el asunto en la antesala de nuestras preocupaciones. El pensamiento también es un cauce con estiajes e inundaciones.

Beber agua es una necesidad a la vez que un placer. Por eso los países avanzados tienen unas redes de abastecimiento desde hace muchos años. Las van incrementando según sus necesidades, o para satisfacer nuevas complacencias. Los países pobres se las apañan con menos agua, con agua menos limpia. Saciar la sed es en sí mismo un aforismo incompleto. El brindis por tener agua puede tornarse en un peligro si alguien se aventura a saciar la particular sed, como le sucedió a aquel personaje que a pesar de vivir dentro de un río no podía beber el agua circulante.

A veces, la sed no solo consiste en no poder beber el agua necesaria para la vida. Es tener agua abundante y no poder cocinar con ella, ni siquiera lavarse los dientes porque transporta materiales potencialmente tóxicos. Las máquinas potabilizadoras sirven para eliminar algo, no todo. Tienen un caro mantenimiento y se dejan escapar demasiados nitratos. ¡Claro!, el agua venía tan cargada de metralla imperceptible que nadie reparó en esa posibilidad. Los científicos y ecologistas avisan: puede llegar un momento en que la contaminación por nitratos impida aprovechar al agua de cauces o freáticos para el abastecimiento humano. ¿En dónde?, en demasiados lugares de España y en el mundo.

La gente de ciencia ha explicado de forma razonada que tantos nitratos no deberían estar en el agua que sale por el grifo, esa desidia que convirtió el utensilio sanitario en una pistola. Aquí no cabe el futuro, el presente muestra que muchas aguas están excesivamente nitrogenadas. Las medidas tomadas por España para solucionar este problema no han sido muy eficaces. Ya en el año 2018 la Comisión Europea abrió un procedimiento de infracción contra nuestro país y envió un dictamen motivado en julio de 2020 donde exigía la adopción de determinadas medidas, algunas de las cuales sestean en los papeles. Pero es que ya en febrero de 1996 un Real Decreto abordaba la protección de las aguas contra la contaminación producida por nitratos procedentes de fuentes agrarias.

Los científicos avisan: puede llegar un momento en que la contaminación por nitratos impida aprovechar al agua de cauces o freáticos para el abastecimiento humano

Los nutrientes, entre ellos los nitratos, están de forma natural en el medioambiente. Pero adquieren su categoría de peligrosos para la salud cuando actividades agrícolas –los abonados- y ganaderas –la liberación de excrementos mayoritariamente- aportan demasiados a las aguas superficiales y subterráneas. El nitrógeno es fundamental en la vida vegetal y animal. Salió del suelo, al que vuelve después de que las plantas lo utilizaron y los animales se aprovecharon de él. Los restos de plantas y animales son descompuestos por las bacterias y vuelven otra vez al lugar de dónde salieron. Este ciclo es una de las maravillas de la naturaleza, como podría ser el del carbono.

Una visita a la web del proyecto ‘Under the Surface’ proporciona un mapa interactivo más fiel de los daños a los acuíferos de Europa reconocidos por sus países ante Bruselas. Parece demostrado que la magnitud del problema es aún mucho mayor de lo que dicen los datos oficiales. Puede que más de un millón de personas residan en España en puntos críticos por los nitratos que lleva el agua del grifo.

De tal magnitud es el problema que casi la mitad de los acuíferos españoles, abastecedores mayoritarios del agua del grifo, se encuentran en mal estado, principalmente por sobreexplotación y nitratos residentes. No se nos ha olvidado el famoso lindano del Gállego, que no era un problema pero sigue siéndolo, después de haber gastado millones de euros en su neutralización. Lamentamos que en las tractoradas recientes bastantes pancartas abogasen por el levantamiento de ciertas cautelas legislativas de protección del agua que nos da la vida; parece que en Aragón contaban con la complacencia administrativa.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Carmelo Marcén en HERALDO)

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