Opinión
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  • Marta San Miguel

Solo es un cromo

Álbum de cromos de la liga 1974-75, con la página del Gijón... entonces aún llamado Real Gijón, sin el Sporting recuperado en su nomenclatura.
Álbum de cromos de la liga 1974-75
José Vidal

El peregrinaje empezó por las tiendas que venden frutos secos y chucherías a granel, esas que huelen a glutamato y a la parte potable de la gasolina. En el mostrador tienen sobres de varias colecciones de cromos, pero no, dice el chico que atiende con el delantal naranja, no tenemos la colección de la Eurocopa 2024. 

Es raro, porque siempre las comprábamos ahí, pero recibiremos esa misma respuesta en dos tiendas más donde preguntamos con urgencia porque España ha pasado a octavos y suponemos que la demanda para conseguir el álbum va a ir a más. A pesar de los cambios, hay cosas que no cambian, y tradiciones como saltar la hoguera de San Juan la noche más corta del año, empezar el día leyendo el periódico o coleccionar cromos no desaparecen porque suponen en nuestra forma de socializar algo más profundo que una moda a ritmo de Tik Tok, que es lo que duran ahora las cosas que nos conciernen.

Estos cromos solo los distribuyen en los quioscos que venden prensa, nos dice la chica que está reponiendo regalices. Y entre la culpabilidad de las papilas gustativas rechazando el químico afrodisiaco, salimos en busca de esas tiendas que sobreviven a todo, incluso a que Panini se haya quedado sin la colección de un evento deportivo por primera vez en cuarenta años; ahora lo hace la marca norteamericana Topps.

Así que peregrinamos a los clásicos quioscos donde venden de todo, hasta periódicos recién hechos que también tienen un ingrediente afrodisiaco que te activa las papilas, un glutamato mental que entre letras gruesas y tintadas te hace salivar imaginando lo que te cuentan con su olor impreso, el papel liso, perfectamente doblado; los ves ahí amontonados, cabecera sobre cabecera como las sábanas recién planchadas, y casi puedes intuir el placer que te aguarda al despegar sus páginas cuando los abres como sucede al despegar la pegatina del cromo. En tiempos de imitación, el placer de lo irrepetible, de lo que solo puede hacerse una única vez, se mantiene intacto en los quioscos: hagan la prueba.

En el mostrador del que lleva media vida en la misma acera encontramos al fin el álbum con los jugadores de fútbol que durante estas semanas vamos a ver en la tele; ahí están también los sobres, entre los periódicos que cuentan lo que ha pasado y pasa en esos partidos. Tenemos que esperar a que dos niños que están delante haciendo cola cuenten las monedas, como sacadas de la hucha, y las posen una a una sobre la portada de un periódico; me parece ver a uno de ellos asomarse a leer qué pone debajo de la moneda de dos euros. Qué tradición esta de leer aunque se acabe la Eurocopa, qué placer lo de coleccionar lo que nos sucede a diario en estas páginas.

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