Si se mantiene la tendencia de los dos últimos años y se cumplen las previsiones, la industria turística aragonesa puede batir su récord en los meses de julio y agosto alcanzando quizá el millón de visitantes. 

Nuestra Comunidad no sufre los preocupantes fenómenos de masificación y turismofobia que se están dando en otras regiones, sino que, por el contrario, tiene todavía mucho recorrido para desarrollar plenamente sus múltiples atractivos, aprendiendo de errores ajenos para potenciar la calidad y la diversidad.

Desde los Pirineos al Matarraña, pasando por Zaragoza capital o Calatayud y sus cercanos balnearios, las perspectivas de las áreas turísticas aragonesas para los decisivos meses de julio y agosto son en general favorables. Desde 2021 el número de visitantes ha ido creciendo en estas fechas y el año pasado superó el nivel alcanzado justo antes de la pandemia. También en los primeros meses del presente año se ha registrado una tendencia creciente. Por la riqueza y el empleo que genera y por la vida y el dinamismo que insufla en el mundo rural, el turismo es una actividad básica para la economía aragonesa. Y todavía hay mucho que hacer para difundir en España y en el extranjero las riquezas naturales, paisajísticas, artísticas y gastronómicas de la Comunidad, que, salvo lugares y momentos muy concretos, está lejos de los niveles de masificación que se dan en otras regiones. Hay problemas que corregir, desde luego, como la falta de alojamiento para los trabajadores de temporada en algunas localidades, que complica la contratación de profesionales. Pero la industria turística aragonesa tiene todavía que crecer. Debe hacerlo apoyándose en la calidad de la oferta, en el respeto a los hábitats y a los habitantes del medio rural y orientándose a la diversidad de destinos que permiten sus muchos atractivos.