Gran fiesta en el Palacio Real

El Palacio Real de Madrid y sus alrededores ofrecieron ayer un espléndido escenario para la celebración del décimo aniversario de la proclamación de don Felipe como rey de España. 

El Palacio es de por sí, por su equilibrada monumentalidad y por los tesoros artísticos que lo adornan, uno de los lugares más visitados de la capital, pero ayer atrajo la atención de la multitud que quiso presenciar los actos y tomar parte en una fiesta que lo fue también para la ciudadanía española.

Al Palacio Real se lo conoce también como Palacio de Oriente, pero no desde la dictadura de Franco, como erróneamente dice la Wikipedia, sino al menos desde finales del siglo XIX, como fácilmente puede comprobarse consultando la colección de este más que centenario periódico. Esta denominación, aparentemente inapropiada puesto que el palacio se sitúa en la zona occidental de la ciudad, tiene un origen curioso. La madrileña plaza de Oriente, diseñada en 1844, se llamó así por estar situada justo al este del Palacio y el nombre acabó revirtiendo sobre el edificio.

Iniciada su construcción en 1735, por encargo de Felipe V, el primer rey que vivió en el Palacio Real fue Carlos III y allí residirían todos sus descendientes hasta Alfonso XIII, y también, durante la invasión francesa, el usurpador José I. Pero paradójicamente su último inquilino no fue un rey, sino un presidente de la república, Manuel Azaña, que tuvo su casa y su despacho en el que durante esos años era denominado oficialmente Palacio Nacional. Franco, después, prefirió alejarse del centro de Madrid y se instaló en el Pardo.

Como es sabido, cuando don Juan Carlos fue proclamado rey en 1975 decidió mantener su residencia en el Palacio de la Zarzuela y allí la tienen también, hoy en día, don Felipe y su familia. La Zarzuela es ‘palacio’ más que nada porque allí vive el rey, pero por dimensiones, empaque, historia y estética es más bien un palacete o un chalet grande que un auténtico palacio. Nada tiene que ver, desde luego, con la solemnidad y el resplandor del Palacio Real.

Creo que de las diez monarquías parlamentarias que hay en Europa, la española es el único caso en el que los reyes no residen en el correspondiente palacio construido en su momento a tal efecto. Cabe interpretarlo como un signo del carácter austero y prudente, consecuente con un grave sentido del servicio público, que los dos reyes de nuestra etapa democrática han querido imprimir al ejercicio de sus responsabilidades, lejos de los fastos y de la prosopopeya de monarcas como por ejemplo los británicos.

Pero el Palacio Real, que hoy pertenece al Patrimonio del Estado, es decir, a todos los españoles, sí sirve con cierta frecuencia como marco para ceremonias de Estado, algunas de la mayor importancia. Allí, por ejemplo, se firmó en 1985 el acta de adhesión de España a las Comunidades Europeas, o se celebró en 1991 la Conferencia de Paz para Oriente Próximo.

Y ayer, en el Palacio, en plaza de la Armería, en la plaza de Oriente y en otros lugares del meollo histórico de Madrid, se vivió una jornada festiva, a la vez institucional y popular, que conmemoraba el aniversario del Rey y subrayaba el espíritu de concordia que la Corona quiere siempre transmitir.

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