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  • Vicente Calatayud Maldonado

Médico de Familia

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Heraldo

Cualquier sistema previamente planeado y adaptado al medio puede fracasar si se introduce en él un cambio de ritmo brusco e inmeditado. 

La medicina de Familia o atención primaria siempre ha sido una especialidad médica que se basaba, y debería seguir basándose, en la prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades más comunes que afectan a personas de todas las edades. Los médicos de cabecera eran los primeros profesionales sanitarios a los que acudían los pacientes cuando tenían un problema de salud. Su papel fundamental era, y debería seguir siendo, garantizar que las personas reciban la atención médica adecuada en el momento oportuno.

El especialista en medicina familiar y comunitaria desempeña un papel crucial en la atención médica. El médico rural ha sido parte trascendental de nuestra historia, la clave para garantizar la accesibilidad a la salud y la modernización de numerosas zonas del país.

A principios del siglo XXI, este arte médico clásico comenzó a desvalorizarse, disminuyendo su práctica por la aceptación de nuevos modelos de enseñanza y ejercicio de la medicina. Se empezaba a considerar que aquella forma de ejercer la medicina era muy elemental: en ella solo se podía sospechar el proceso patológico, pero no disponía de las pruebas complementarias necesarias para confirmar un diagnóstico. Nacían y prosperaban los avances técnicos y nuevas formas de enseñar, denominar y practicar la medicina, detallando para la misma práctica diferentes denominaciones, según intereses más políticos que sanitarios: medicina comunitaria, medicina de familia, medicina primaria, etc.

Es cierto que al médico neófito se le ha de enseñar cuanto concierne al organismo humano, pero eso no significa que pueda ejercer sus tareas atendiendo sólo a la parte física de la enfermedad. También deben enseñarse, por ejemplo, las repercusiones emocionales que la acompañan. Los licenciados (graduados, según la denominación actual) desconocen la vida en el medio rural. En mi opinión, deberían rotar por los ambulatorios rurales durante su formación. ¿Por qué nuestro país, con tantas facultades de Medicina activas, padece falta de médicos? Es difícil que elijan estas plazas si no conocen las ventajas, inconvenientes y dedicación de esta especialidad esencial, útil, hermosa y técnicamente nada sencilla. El actual sistema reclama, pues, un cambio, no solo tecnológico sino humano y a todos los niveles.

La valoración de la medicina general, sobre todo en el ámbito rural, ha ido disminuyendo en favor de una medicina especializada y tecnificada

A lo largo de la historia, el médico triunfa porque es buen médico, pero también porque es buena persona. El buen médico debe seguir luchando contra lo que le impide actualizar las formas a las nuevas realidades del ejercicio médico. De forma que, igual que antaño, el paciente pueda depositar en él su confianza. Si así fuera, el médico joven, idealista y honesto, que finalizó sus estudios con constancia y esfuerzo, podría abrirse camino como profesional en un entorno donde continuamente se contraponen al buen médico los que sólo están interesados en lucrarse.

Ha surgido en nuestros días un protagonista antihéroe: el médico excelso que representa al profesional altamente cualificado, con una excelencia mal entendida. Ególatra, poco ortodoxo, alejado del trato humano con los pacientes, para quien la prioridad son las publicaciones, los congresos y el reconocimiento de los colegas; los enfermos sólo representan un medio, cuando no un obstáculo, para alcanzar estos objetivos. Personaje muy actual que deriva de la superespecialización y de las exigencias de excelencia curricular para la promoción personal.

La prevención y promoción de la salud han sido durante años responsabilidad de estos meritorios facultativos, antaño tan respetados y queridos y hoy en cierta forma olvidados por la administración sanitaria, que tiende a centralizar la salud en hospitales de alto nivel. Por ello, el ejercicio de la medicina afronta hoy más que nunca el riesgo de tecnificarse tanto que se desvincule de la necesaria humanización.

Muchos de los dilemas morales que presenta hoy la práctica médica (el secreto profesional, los ingresos forzosos, la vacunación, la eutanasia, el aborto...) aparecen como temas de reflexión también en el ámbito de la medicina primaria, que debe ser equitativa, integral y de calidad, mediante servicios de salud adecuados y sostenibles para las comunidades familiares, con sus necesidades y características específicas, superando las barreras existentes y garantizada para todos los ciudadanos, sin acepción de ubicación geográfica, situación laboral o familiar.

Vicente Calatayud Maldonado es catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza

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