Opinión
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Por
  • Estela Puyuelo

Boca de fresa

Boca de fresa
Boca de fresa
Pixabay

Oh quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!"! Acaba el curso y algunos estudiantes deben dar carpetazo no solo a los apuntes viejos sino a toda una vida, aunque breve, para asomarse al futuro y reinventar otra nueva. 

Cesaron los nervios agitados por el aluvión de exámenes, el flamante título de 2º de Bachillerato ya es tangible y hasta la temida Evau es solo un recuerdo. Todo el mundo lució sus mejores galas en la graduación (todavía resuenan fragmentos de los discursos pronunciados) y las zapatillas aún guardan algo de arena de Salou. Entonces, ¿ha llegado el momento de relajarse? Pues no. Mientras el dulce verano acaricia la piel con su sol, aún tímido, las preguntas aguijonean la mente llenándola de incertidumbres: ¿Qué estudiar? ¿Y en dónde? ¿Piso o residencia? Antes no se creaban estos dramáticos dilemas generacionales porque eran muy pocas las personas que tenían el privilegio de decidir su porvenir, la inmensa fortuna de elegir en quién convertirse. Porque los hombres, generalmente, seguían la saga familiar. Y las mujeres esperaban al príncipe azul que las sacara del domicilio paterno. Este año va a finalizar la ESO una alumna gitana en Sabiñánigo. Dice que seguirá estudiando y que no desea casarse todavía ya que cursará el grado medio de Electromecánica de Vehículos Automóviles porque quiere ser mecánica y montar un taller familiar, que no todos los gitanos roban. "¡Calla, calla, princesa –dice el hada madrina–, / en caballo con alas, hacia acá se encamina, / en el cinto la espada y en la mano el azor, / el feliz caballero que te adora sin verte, / y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, / a encenderte los labios con su beso de amor!".

Estela Puyuelo es profesora de Lengua castellana y Literatura, poeta y etnógrafa

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