Opinión
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Violencia de género y violencia contra los hijos menores: De niña a mujer

Concentración contra la violencia de género en Zaragoza.
Concentración contra la violencia de género en Zaragoza.
Guillermo Mestre

No es el título de una canción, léase de Julio Iglesias a su hija Chábeli mientras iba haciéndose adolescente, sino una cada vez más cruda realidad. 

Me conmovió hace unas semanas un titular de prensa: “Una niña llama a la Policía de Zaragoza y alerta de que están pegando a su madre en casa”. El hombre, de 34 años, no era su papá, pero podía haberse dado también la violencia si lo fuera. Y la pequeña tuvo la sangre fría y la calma para pedir ayuda. Ya toda una mujer.

Por esos mismos días otro hombre, en este caso esposo, había agredido, con empujones, patadas y bofetadas, a su mujer y a su hijo menor, también aquí en Zaragoza. Pero lo que nos erizó la carne fue el caso de Benaguasil (Valencia): un hombre mata con un arma de fuego a su mujer y al hijo de esta, y luego se suicida, siendo hallados los tres cadáveres en el propio domicilio.

Unas 13 mujeres asesinadas en 2024; alrededor de 2157 según las estadísticas registradas a partir de 2003; 8 menores reconocidos en lo que va de año. “En la violencia vicaria el hombre hace daño a la mujer a través de sus seres queridos y, en especial, a través de sus hijos e hijas” (página de Igualdad del Gobierno de España). Pueden ser hijos de las mujeres víctimas de violencia de género, o niños tutelados o en situación de guarda y custodia. ¿Qué odio visceral mueve a ese padre o pareja?

Puede ser al contrario, agredir la mujer, amenazarte con quitarte a los hijos, ponerlos a mal con tu familia. Pero es menos frecuente. Y está la otra violencia, la sexual. Según José Carlos Bermejo –Centro de Humanización de la Salud–, el mayor porcentaje de pederastia se da en el seno familiar: “Descubrir que el marido, o el padre o el hermano o el hijo… ha abusado de menores, es un drama” (Doble drama: humanizar los rostros de la pederastia). Por no hablar de hombres y mujeres con discapacidad, un capítulo aparte.

No todas tienen la suerte de esta otra joven zaragozana: “La victima que no precisó asistencia médica, explicó que había conseguido escapar de la vivienda en un descuido de su pareja”. Ni mucho menos de la niña mujer hija del artista, al que se le parte el alma al verla crecer: “La quería ya tanto que al partir de mi lado / ya sabía que la iba a perder. / Es que el alma le estaba cambiando / de niña a mujer”.

Tomar conciencia del problema, pedir ayuda, crecer en resiliencia, optar por el camino de la felicidad. Es posible siempre.

María Pilar Martínez Barca es doctora en Filología Hispánica y escritora

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