Opinión
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Felipe VI, preguntas y respuestas

El rey Felipe VI da un discurso durante el acto conmemorativo del Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo.
El rey Felipe VI da un discurso durante el acto conmemorativo del Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo.
Chema Moya/Efe

Hace diez años escribía en estas mismas páginas un texto que titulé ‘Lección de Historia’. Añoraba no poder explicar a mis alumnos los acontecimientos que estamos viviendo los españoles y ver las reacciones diversas que estaba segura que se iban a producir entre ellos, pues la relación entre pasado y presente es un elemento insoslayable en la clase de Historia. Una abdicación distinta a todas las otras que habíamos estudiado en clase, ya que es el fin de un capítulo que evita rupturas e invita a las reformas. Los años transcurridos desde entonces se han caracterizado por su convulsión, tanto en el ámbito familiar del monarca como en el político e institucional de España.

Con el nuevo rey, el país se introdujo en un cambio de paradigma completo que significó una readaptación y reformas de sus prácticas, ampliando la transparencia de la Casa Real e introduciendo un estilo más profesional y cercano. Las encuestas atestiguan una rehabilitación popular de la institución que representa. Pero con un problema de fondo del que nunca había tenido que ocuparse su padre, la pérdida del consenso casi pleno del que hasta entonces había gozado el sistema del 78. 

Si hoy nos preguntamos, como bien señalaba Jean Michelet "que la historia no está hecha ni para contar ni para probar, está hecha para responder a las preguntas sobre el pasado sugeridas por la contemplación de las sociedades presentes", podemos afirmar que estos diez años han sido muy distintos. Nuestra sociedad ha mutado y con ella, como siempre, la política, con una pluralidad de nuevos actores y novedosas formas, más emotivas y cercanas, de comunicación política. Felipe VI ha tenido que gestionar estos diez años entre la incomprensión de una parte de la derecha monárquica y la hostilidad de una buena parte de la izquierda y la extrema izquierda. Y añadamos el conflicto catalán, tan obsesionado por apuntar siempre a la Monarquía. De forma harto perceptible hemos transitado hacia un tiempo nuevo sin gozar de los clásicos mecanismos estabilizadores. Lo cierto es que el consenso de 1978 se ha roto. El debate está abierto y es legítimo, pues es propio de las sociedades democráticas. De cómo y cuándo se realice dependerá el futuro de nuestra convivencia. A Felipe VI le competerá ahora pilotar de nuevo la entrada en otra fase, que coincide también con otro momento delicado y difícil de nuestra vida colectiva. No será fácil, pero ahora ya tiene los conocimientos y la experiencia requerida.

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