Ahítos de cocainopolítica
Somos neandertales vestidos con ropa de Zara. Nos comportamos como los homínidos de hace 50.000 años. Seguimos dominados por las pasiones y por impulsos de bajo nivel. Lo dicen los neurólogos. El sistema límbico, una de las partes más antiguas del cerebro, sigue sometiendo nuestra actividad. Por eso no estamos controlados tanto por el componente cognitivo como por el emotivo/agresivo.
Es cierto que la razón ha ganado espacio, pero menos del que creemos. Además, es mucho más fácil manipular las emociones que la razón. Esto explica que haya gente que se aprovecha de la irracionalidad de la condición humana. No son pocos. Los hay en todas las esferas de la vida. Son los directivos de Tik Tok o los mercenarios del marketing, los proveedores de drogas o los fabricantes de comida basura, los gigantes de internet o los partidos políticos, Donald Trump o Alvise Pérez.
Todos saben que el cerebro humano es muy sensible a la novedad. Y lo explotan sometiendo a sus seguidores a una excitación permanente. Lo inesperado genera dopamina, la hormona de la motivación para buscar placer. Este es el origen del éxito de la política espectáculo, de la polarización y de los discursos extremistas.
La ‘cocainopolítica’ se distribuye por las redes sociales a base de bulos, insultos y conspiraciones. Como toda droga, proporciona más placer la primera dosis que las siguientes (si uno come dos dónuts, el segundo aporta menos satisfacción). Pero las sociedades adictas ya no son capaces de dejar el hábito porque buscan recuperar el primer placer.
Necesitamos urgentemente una cura de desintoxicación ‘drogoideológica’.
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