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  • José Luis Ona González

¿Nueva Torre Nueva? Quizás sí, pero no así

¿Nueva Torre Nueva? Quizás sí, pero no así
¿Nueva Torre Nueva? Quizás sí, pero no así
Heraldo

Pese a la creencia general, en 1893 no desapareció enteramente la famosa Torre Nueva de Zaragoza. Así lo demostraron las excavaciones arqueológicas realizadas en 1988 y 1990. A tenor de los resultados obtenidos en ambas campañas, la cimentación conservada de la torre alcanza los 4,20 m bajo el nivel de la calle. 

En el hueco practicado en las gravas naturales se extendió un relleno y sobre esta base se alzan las hiladas de ladrillos de la torre y de la ‘contratorre’ o estructura interior, compactado todo a su vez con calicanto semejante al de la cimentación inferior, fechado por cerámicas de fines del siglo XV o principios del XVI. El aparejo de la obra conservada, a soga y tizón, coincide, según los arqueólogos, con la medida del ladrillo utilizado en Zaragoza en el siglo XVI.

Esta cimentación incide en niveles medievales (tanto de época cristiana como musulmana) y especialmente sobre restos romanos, concretamente un depósito de aguas de ‘opus caementicium’ que apareció colmatado por diverso material fechado en el tercer cuarto del siglo IV d. C.

El informe publicado por los arqueólogos J. F. Casabona; J. Delgado y J. Á. Paz (‘Informe de las excavaciones realizadas en la Torre Nueva de la plaza San Felipe’, en ‘Arqueología Aragonesa’ 1988-1989, Zaragoza, 1991, pp. 319-324) dedica especial atención a vincular la excavación con la documentación existente, y en especial con la ‘relación de maestros’ realizada al comenzar las obras, en 1504 (Archivo de Protocolos Notariales de Zaragoza, Notario Alfonso Martínez, año 1504, ff. 58v-59v). En ella se expresa literalmente que "se reble de piedras y de argamasa fasta la cara de la tierra" el interior de la estructura, tal como apareció en la excavación. Este documento, publicado y transcrito por Carmen Gómez Urdáñez, es esencial para conocer el momento exacto del comienzo de las obras de la antigua ‘Torre del Relox’. Aunque es conocido desde hace tiempo, algunos se empeñan en minusvalorar su importancia excepcional. Se trata, ni más ni menos, que de la ‘visura’ o visita de obras que los maestros de obras, cristianos y moros, designados por el concejo de la ciudad para llevar adelante la obra de la nueva torre, hacen al solar donde se está comenzando la obra y se han abierto los cimientos el día 24 de octubre de 1504. Dada la altura prevista de la torre es esencial que la cimentación se hiciera conforme al dictamen de los expertos. Y es esa cimentación la que encontraron los arqueólogos en las campañas de 1988-90, cuando volvió temporalmente a la luz esta parte original de la torre.

Los cimientos originales de la Torre Nueva se conservan todavía bajo el suelo de la plaza de San Felipe. Y sería muy grave que fueran destruidos o dañados

Tras servir posteriormente de apoyo al llamado ‘Memorial de la Torre Nueva’, finalmente demolido, la cimentación original de la torre fue de nuevo enterrada y dibujada su planta en el suelo de la plaza.

Aunque la cimentación se encuentra oculta no deja de ser la única parte original que el ‘turricidio’ no logró destruir. Su valor histórico, arquitectónico y arqueológico es inmenso, pues supone una reserva ingente de materiales para futuras investigaciones. Parece impensable que esta parte original de la torre pueda desaparecer, sufrir daños o ser parcial o totalmente enmascarado por una nueva estructura de hormigón en vez de ofrecerla a los visitantes protegida mediante el material más adecuado.

Llama la atención de los expertos la disquisición respecto a la cronología de la torre. Sugerir un origen andalusí frente a los datos precisos aportados por la documentación histórica –y confirmados por las excavaciones arqueológicas– no favorece la reputación del proyecto. Semejante suposición no está avalada por los correspondientes estudios técnicos, pudiendo dar lugar a sesgadas reinterpretaciones estilísticas a la hora de ejecutar los detalles del proyecto.

Respecto a la ubicación de la réplica prevista sería de desear una declaración explícita de los promotores en orden a garantizar la protección de los restos originales existentes de la Torre Nueva. Lo más razonable sería elevar la nueva estructura en otra zona de la plaza de San Felipe, siempre y cuando los restos arqueológicos que aparezcan no merecieran ser conservados. Visualizar la cimentación original junto a la nueva torre ayudaría muy eficazmente en la lectura del proceso construcción-destrucción-réplica que el proyecto pretende realizar.

José Luis Ona González es arqueólogo e historiador

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