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Postal desde Mallorca

Postal desde Mallorca
Postal desde Mallorca
Pixabay

Les escribo hoy desde Mallorca, ese lugar del mundo del que Gertrude Stein afirmó que "es el paraíso, si puedes resistirlo…". Pues bien, hemos venido a pasar unos días, a dar una vuelta por la isla mayor de las Baleares y a comprobar si realmente sigue siendo ese paraíso y si se puede resistir una vez que Mallorca ha sido tomada por un turismo exacerbado.

Un avión aterriza cada minuto en el aeropuerto de Son San Juan, que se anota records de operaciones año tras año y llega algunos días a superar a Barajas; dos o tres gigantescos cruceros se estacionan cada día en la terminal marítima del puerto mallorquín. Miles y miles de turistas invaden la ciudad y otros rincones de la isla, que está llegando al límite de su capacidad de albergar a tanta gente, darle de comer, venderle toda clase de ropas, baratijas, recuerdos, ensaimadas y marcas de lujo. Mallorca, y Palma en especial, vive del turismo, un monocultivo que preocupa en algunas instancias e inquieta por la presión demográfica evidente. Sin embargo, saben que es el futuro, que no hay una alternativa fácil. Hoy la temporada turística se extiende de abril a octubre y el sector se empeña en alargarla a todo el año, según un funcionario de la Consejería de Turismo a quien entrevisto.

Palma está al borde de la congestión, pero la isla ofrece aún enormes posibilidades. Se advierte un cierto enfado ciudadano por el disparate de los precios de la vivienda y la proliferación de esos pisos de uso turístico, a los que el Ayuntamiento quiere poner coto. La buena y moderna hostelería, que cree, según confiesa un director de un importante hotel de la ciudad, que se necesita un cambio de paradigma hacia la calidad y el buen servicio y acabar con las hordas de británicos borrachos y cerrar muchos de los viejos hoteles y reconvertirlos en espacios más apacibles donde no corra el garrafón ni se practique el ‘balconing’. Y nos dice el dueño de un restaurante que Mallorca está ahora en un momento de transición y se la juega; cree que debe huirse de un turismo de masas en favor de una oferta de calidad. Hay cierto conflicto, pero prima el optimismo.

Porque Mallorca sigue siendo ese paraíso del que hablaba la Stein y basta adentrarse por la isla para entender que sí puede resistirse. Unas vacaciones en Mallorca no se pueden limitar a ir a la playa, aunque las hay largas, amplias, limpias, inmensas, recogidas, diminutas, inaccesibles, siempre placenteras, de aguas tranquilas, transparentes, de olas mansas, de cálidas arenas, suaves, blancas, amarillas… Mallorca es mucho más y su paisaje se siente y te aprisiona. Es como si te rodease la esencia de la mediterraneidad en el aire, en el clima, en la humedad, en el aroma del ambiente y en la luz, en los olivos milenarios, en las higueras, en las vides, en los solemnes cipreses, en la calma silenciosa de los campos cuarteados por tapiales, en los viejos torreones de las costas… Eso es Mallorca. Un mundo inquieto. Un paraíso y una postal. Como esta que les firmo desde aquí.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Luis de Arce en HERALDO)

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