Opinión
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Por
  • Jaime Armengol

Elecciones europeas: Europa pierde

Un colegio electoral español durante las elecciones al Parlamento Europeo.
Un colegio electoral español durante las elecciones al Parlamento Europeo.
Marta Fernández Jara / Europa Press

No hubo sorpresas anoche en la reacción de los dirigentes de los principales partidos tras conocerse que el PP ganó las elecciones europeas en España por un claro margen a un PSOE que miraba para otro lado. 

A los populares se les vio aparentemente contentos, pero sin abrir una brecha determinante. Las victorias ajustadas de Feijóo frente a Sánchez se tornan de facto en dulces derrotas con un presidente acantonado que encuentra oxígeno en cualquier resquicio. Si alguien había presupuesto que el 9-J supondría algún cambio en la relación entre los grandes partidos, o en un apaciguamiento dialéctico… Parece que tenemos legislatura bronca para rato, y además con un invitado inesperado.

En nuestro país cada vez que hay comicios europeos, y por tanto distrito único, surge un aparente movimiento antisistema que recoge la simpatía de los descontentos. Ocurrió en 2014 cuando la papeleta de Podemos era la papeleta de Pablo Iglesias, se produjo un efecto similar en 2019 con Vox rompiendo sus límites, y ocurrió ayer, con Se Acabó la Fiesta, en realidad la papeleta de Alvise Pérez, el nombre propio de la noche política española. Aunque los personajes son antagonistas, el fenómeno comparte la raíz del descontento.

La noticia de calado de la noche se produjo en clave ideológica. El ascenso de la extrema derecha populista y antieuropeísta quiebra los débiles equilibrios en los principales países del continente, los que marcan el liderazgo continental. Los franceses han elegido como primera fuerza a los eurófobos de Le Pen; en Alemania emergen como segunda fuerza, mientras que los italianos han refrendado a la primera ministra euroescéptica Meloni, y Bélgica se queda sin Gobierno.

El adelanto electoral de Macron en el país vecino es sin duda una de las consecuencias más destacadas de la noche electoral y parece la única respuesta el ascenso de fuerzas populistas, que han sabido dirigirse especialmente a unos jóvenes recelosos con el sistema. La amenaza de una Europa fragmentada y débil es hoy muy cierta.

Consolémonos pensando que en nuestro país ninguna de las fuerzas dominantes tras el 9-J enmienda la totalidad del proceso europeo. Se sabe importante el papel de la Unión para los próximos años, con el horizonte puesto en una nueva política arancelaria, en el necesario pacto migratorio, en el compromiso de rearme, en la descarbonización de la economía e incluso en la ampliación de miembros que llaman a la puerta. De eso habría de ir la legislatura que ahora comienza en Bruselas, pero ayer se constató que la polarización invade Europa.

Una polarización sobre el ser o no ser de las instituciones continentales y el propio proyecto político de la Unión, y no sobre el enfoque ideológico izquierda-derecha para llevarlo adelante. Las políticas europeas de los próximos años tendrán un aroma de ultraderecha y en España encontrarán en Se Acabó la Fiesta un fenómeno político con un rol incierto. En Argentina se acabó la plata y surgió Milei. Ayer no ganaron todos, ayer perdimos todos. Ayer perdió Europa.

Jaime Armengol es periodista

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