Opinión
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Córtate el pelo

Córtate el pelo
Córtate el pelo
Pixabay

Traspaso el umbral de la puerta abierta de esa peluquería a la que acudo cuando no me queda más remedio, sin demasiado afecto. Tampoco me he ocupado por cambiarla. Supongo que por pereza y comodidad, hábitos que no siempre hacen la vida más fácil. 

Aunque lo parezca. No he solicitado hora, así que me mandan al sofá del rincón con cierta displicencia: "Tendrás que esperar". A uno, al que se le ve ya mayor, ese tuteo le resulta algo chocante, por más que se haya hecho natural. En el intercambio, le doy la gracias.

Espero paciente; he llegado sin avisar, aspirando a llenar el hueco que brinda el puzle de mi jornada. Lamento el tono de esa música que no entiendo, ametrallada por una letra que prefiero no entender. Las regateo atornillado al asiento, repasando las portadas de los periódicos, que cruzan sus titulares a modo de asalto sobre el cuadrilátero digital.

Recuerdo que la última vez había más peluqueros. También más usuarios. Es verdad que he elegido la hora de comer para tratar de acelerar el servicio; seguramente por eso el negocio funciona con más parsimonia. Como el tiempo, que parece que se ha detenido en aquel sitio recóndito, en el que por entre el percutir de la música apenas se escucha el suave runruneo de la maquinilla. Ni siquiera el trasteo más clásico de las tijeras, el que me requiere mi compañía y que yo recuerdo de aquellos peluqueros de estirpe clásica.

Llega mi turno: "¿Qué te hago?". En la confianza le devuelvo el tuteo y le pido un corte sencillo con maquinilla. Sin tijeras. Es rápido, sin alardes. Maneja mi cabeza con aplicación: adelante, atrás, a un lado y al otro. Supongo que ayuda a agitar mis pensamientos. Me conformo agradecido. Apenas dura diez minutos, en los que le da tiempo a entrar a otra persona. A la que le dedica el protocolo establecido, consolidado: "Espera ahí".

En el desenlace, recuerdo la advertencia de mi criatura hace apenas unos días: "Padre, ¿todavía no te has planteado cortarte el pelo?". Es obligación –obediencia– que se hace alivio en la antesala del verano. Despega el calor. 

Miguel Gay Vitoria es periodista

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Miguel Gay en HERALDO)

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