Opinión
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Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Por
  • José Alegre Aragüés

María Victoria Arruga: Investigación y esperanza

La profesora María Victoria Arruga Laviña.
La profesora María Victoria Arruga Laviña.
Carlos Moncín / HERALDO

Ha fallecido M. Victoria Arruga Laviña. Se ha ido muy pronto y muy deprisa. 

Siempre vivió apurando el tiempo. Ansiosa por saber y ansiosa por transmitir los saberes concretos con los que la Ciencia va tejiendo sus redes y transmitirnos, al final, esa imagen general y grandiosa de un universo interconectado entre lo más grande y lo más pequeño. Esta compleja realidad admirable y maravillosa de la que formamos parte, conectados a través de nuestra propia materia personal y, trascendiéndola, con ese centro neurálgico del cerebro que nos da la medida de nuestra realidad existencial llena de dudas, preguntas y anhelos. Como genetista le gustaba resaltar los lazos de conexión con el pasado a través de los genes, fruto de herencias antiquísimas y origen de nuevos horizontes futuros ya inscritos en el código genético.

Le preocupaba mucho expandir una cultura científica, todavía no asimilada por una gran parte de la población, que cambia por completo el modo de mirar la realidad y nos obliga a revisar la historia de nuestras culturas, la forma en que hemos expresado nuestras convicciones, también las religiosas, y el modo de vernos a nosotros mismos que, de reyes de la creación, hemos pasado a ser reyezuelos de nuestras soledades. Ciencia y Religión fueron las dos grandes líneas de sus búsquedas. Saber cómo somos y explorar posibilidades de lo que podemos ser, si es posible la esperanza grande y profunda.

Fue una sorpresa el cuadro clínico que nos descubrió, con realismo, con entereza, sin paños calientes, anunciando la proximidad de su final, al grupo de amigos que no podíamos dar crédito a sus palabras y a la normalidad con que nos las comunicaba. Hasta el día anterior atendiendo sus compromisos. Muchos. Miembro de las Academias de Ciencias y de Medicina. Catedrática de Genética, Investigadora integrada en equipos internacionales. Compañera, con su querido José Ignacio, en responsabilidades del CSZ (Proyecto Hombre), tan importante, tan desconocido. Partícipe de los ciclos culturales y científicos de Acción Social Católica en el Centro Joaquín Roncal. Participaba en la Plataforma de diálogo Ciencia-Teología, junto con otros: L.J. Boya, M. López, Ortiz-Osés, que también nos dejaron.

Fue agente contagioso de los encuentros entre Ciencia y Religión para promover el redescubrimiento mutuo, repensar la fe en el marco de la Ciencia actual, que todo el pensamiento humanista y religioso debe asumir, y reformular la fe en el mismo Dios que actúa pero respeta la autonomía de la materia y de la historia. No solo se movía en las alturas intelectuales, con su gran amiga Paz Aznar participaba en el Movimiento Senior, paseaba ancianos en silla de ruedas y degustaba café y tertulia con ellos.

Rigurosamente científica, profundamente religiosa, puso en marcha su sentido crítico de buscadora incansable y, si disfrutó mucho con sus tablas del genoma, no disfrutaba menos buscando las raíces lingüísticas y culturales de los antiguos relatos bíblicos que aportan significados nuevos y criterios diferentes para entender la literatura bíblica, tan profunda, tan bella, tan humana y tan divina. Como Francis S. Collins, coordinador del Proyecto Genoma Humano, para quien Dios habla, también, a través de los descubrimientos científicos y nos hace cambiar nuestros viejos criterios religiosos precientíficos, M. Victoria descubrió cómo Dios es un proceso de relación personal que va desvelando facetas de ternura, cercanía y perdón y nos va llevando a la experiencia de un Dios-Padre que ha sembrado en nosotros los genes profundos del amor, la compasión, la solidaridad y la aceptación propia y ajena.

¡Cuánto has disfrutado aprendiendo y enseñando! ¡Comparte ahora la Vida, con su autor, y asómbrate de tanta belleza! ¡Gracias por todo lo que nos diste!

José Alegre Aragüés es teólogo

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