Las elecciones europeas que se celebran hoy van a servir para definir el futuro del proyecto común. 

En España, cierran un intenso ciclo electoral, iniciado hace poco más de un año. A pesar de las reiteradas citas con las urnas, hay que reclamar a los ciudadanos que tomen conciencia una vez más de su responsabilidad democrática y acudan a votar. Hay mucho en juego. Las instituciones de la UE, de cuyas directrices han derivado el 53% de las leyes aprobadas en España entre 2019 y 2024, nos amparan a todos en un planeta que atraviesa una turbulenta etapa de cambios geopolíticos y tecnológicos

España ha vivido quince días de una insustancial campaña, en la que los partidos no han sido capaces de protagonizar debates lo suficientemente atractivos como para captar la atención de los ciudadanos. Como en otros muchos países de la Unión, las dinámicas nacionales monopolizan la disputa política de una manera que impide un intercambio de ideas útil sobre el proyecto europeo. Sin embargo, las urnas de esta jornada no son ni pueden ser reducidas a una segunda vuelta de las generales del año pasado, por más que los resultados vayan a incidir en las estrategias de los partidos a medio plazo y también en asuntos inmediatos como la formación del gobierno autonómico catalán. Las oportunidades y los desafíos que tiene Europa por delante son de suficiente entidad como para que el voto se decida en virtud de los programas y no únicamente por adhesión a uno u otro hiperliderazgo.

Hay en liza proyectos políticos opuestos: unos apuntan hacia el fortalecimiento de la Unión, como los del PSOE o el PP; otros se inclinan por ralentizar la construcción europea o incluso llevarla a vía muerta. Ambos idearios son europeos, pero uno es europeísta y el otro no. Se ejecutará el que cuente hoy con el respaldo de los ciudadanos.