Opinión
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La picadora de carne

Tropas rusas en la ciudad de Armiansk en Crimea.
La picadora de carne
Stringer

La matanza de ucranios y rusos progresa. Tras más de dos años de guerra, según estimaciones fiables, sumando ambos bandos, ya han muerto unos 200.000 militares. Y está comprobado que enviar al frente oleadas humanas mal equipadas ha incrementado la mortandad un 25% durante el último año. Llaman a esta táctica ‘picadora de carne’.

Es significativo que estas cifras se refieren solo a militares, grupo separado de la población civil, cuyas víctimas tienen sus propias estadísticas. Por otra parte, la suma de soldados muertos y heridos se expresa en ‘bajas’, aséptico concepto que parece aludir a una pérdida corporativa.

En gran medida, la terminología anterior responde al siguiente principio inmemorial: En la guerra, si eres parte de un ejército, salvo excepciones (como, por ejemplo, la del prisionero ejecutado sin cargos), no puedes ser víctima. Y ello es así porque no se considera que la guerra sea un crimen, ni siquiera cuando se usa la picadora de carne. Los ‘crímenes de guerra’, como los de ‘lesa humanidad’, casi siempre se aplican a la población civil.

Por tanto, si se pierde la vida luchando con uniforme, no se es víctima de un atroz acto criminal. Creo que, como si fuera un accidente, se dice entonces que la persona ha caído en ‘acto de servicio’. Servicio a la patria, a la libertad, a la democracia, a Dios, o a cualquier noble causa que legitima esa muerte y el dolor que entraña.

Esta concepción olvida que la dignidad de la vida humana radica en la absoluta inutilidad de esta, en que no se haga de ella un medio para conseguir algo. Por eso, hablando de quien, militar o civil, ha muerto en una guerra, o en un acto terrorista, qué indigno es el deseo, tantas veces pronunciado, de que "su sacrificio no sea en vano".

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos en HERALDO por Javier Usoz)

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